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Este es el plan.
Me escondo detrás de un árbol de frente al hospital, en el borde del camino. Esperando.
—Quiero verla—sentenció aquel día.
Un trato con la muerte.
Eso había hecho.
Mi vida por su pasado. ¿Qué tendría que hacer para unos cuantos suspiros más?
Al final ni siquiera yo podía asegurar que después de eso me dejara en paz.
Solo me quedaba esperar.
—Entonces...ese es tu gran plan.
—¿Tienes uno mejor?
No me lo terminaba de creer. Yo hablando con un asesino, alguien que arrebataba vidas a su placer y sin remordimiento alguno. Desheche aquellos recuerdos. Por el momento prefería mantenerlos lejos de mi mente.
Ahora necesitaba concentrarme en aquel plan.
Asomo un poco mi cabeza para visualizar la entrada. 
—No hay manera. La ventana sería muy ruidosa y complicada, la entrada principal es un suicidio—aquella palabra  recorrió mi cabeza por un momento dándome un escalofrío—No hay manera.
Se quedo un momento inmóvil, pensativo.
—La puerta de servicio.
Lo mire con desaprobación. ¿Es en serio?
—No tienes uniforme ni pinta de enfermero. Además, hay un cuarto de vigilancia donde seguramente notaran que no eres de ahí.
—¿Donde está?
No lo sabía, lo suponía.
—Tal vez en él pasillo izquierdo, la verdad no tengo idea.
—Bien, pues entonces supongo que sabes lo que habrá que hacer.
Y lo sé. Anoche dormí solo un par de horas por repasar una y otra vez él plan.
Vamos a fracasar, pienso negativamente.
Suspiro. Es hora. Bueno, en realidad no tengo ni idea. El problema más grande que veo es que ninguno puede saber cuando debe hacer las cosas.
Al fin de unos segundos salgo de mi escondite para dirigirme a la entrada.
Paro justo en él centro del escritorio de la enfermera, quien despega la mirada del papeleo al notar mi prescencia.
—Hola—saludo con una sonrisa amable (y fingida).
—Hola, ¿vienes a ver a Connie otra vez?
—Si.
Noto su mano pasar por su escritorio buscando la tabla para anotarme mientras da un vistazo a su computadora. Cerca se encuentra el mapa del hospital. Habitaciones, pasillos más al fondo y luego...el mando de control señalado con pequeñas ilustraciones y anotaciones de los turnos. Reviso la hora rápidamente en la computadora y devuelvo la mirada al mapa.
La persona en turno debería ser una mujer de treinta y tantos si no es que más, un poco más alta que yo y mucho más pesada.
Mierda.
—Anota tu nombre por favor.
Dicho esto alarga hasta mí la tabla para escribir, anoto mis datos y ella hace un ademán para indicarme que puedo pasar.
Avanzo hacia el pasado, en donde hay una división, una elección. Derecha o izquierda. La habitación de Connie está a la derecha pero antes de ir ahí debo hacer algo más.
Doblo hacia la izquierda y camino observando los números inscritos en las puertas pasar a mi lado.
Y casi al final del pasillo lo veo.
Centro de mandos y control.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro y ni siquiera yo se exactamente lo que eso significa.
La puerta está entreabierta por lo que no es difícil para mi empujarla lentamente y asomar mi cabeza antes de entrar.
La mujer que cuida las cámaras las mira atentamente dándome completamente la espalda. En las cámaras puedo ver una hora grabada.
8:49 am
Al entrar aquí esa era la hora.
Bingo. El relog de las cámaras lleva unos minutos atrasado. Eso quiere decir que aún no me ha visto caminar por el pasillo hasta llegar ahí, aunque también signifique que pronto lo haga.
Entro cautelosamente y entrecierro la puerta a mis espaldas.
La habitación está poco iluminada, el ambiente se vuelve cada vez más tenso. El único sonido que escucho es su respiración calmada y mi corazón alborotado.
Me acerco sin casi hacer ruido y cuando por fin estoy detrás de ella voltea.
Me sobresalto y respingo.
Al principio su reacción es confusa pero en poco tiempo se torna furiosa.
Sin que pueda notar que si quiera mueve el brazo me da un puñetazo en la cara que me saca de orbita.
Titubeo hacia atrás y cuando recupero el equilibro veo lanzar su enorme cuerpo contra mí.
Con rapidez la esquivo y se pega el rostro con una mesa al otro lado.
Es mi oportunidad.
Me coloco detrás suya y rodeo su cuello con mi antebrazo. Ella entierra sus dedos en mi piel pero aún así no dejo de presionar su cuello. Después de unos minutos comienza a darme codazos en él abdomen que me dejan casi sin aliento. Resisto lo más que puedo. Con mucha suerte ella se desmaya antes de que yo lo haga.
Jalo todavía más hacia atrás mientras ella sigue jaloneando para evitarlo. Por último con el brazo izquierdo que me queda "libre" tomo la lámpara de escritorio y le doy un fuerte golpe en el oído.
De inmediato cae inconsciente.
Siento un alivio.
Suelto la lampara y ésta provoca un estruendoso sonido al estrellarse con el suelo.
Me acerco a ella y tanteo su cuello y muñeca.
Aunque sea lento aún late su corazón.
Me levanto y respiro profundamente.
El esfuerzo me tiene exhausta.
Una extraña sensación de felicidad recorre mi cuerpo. Esto hace que una pequeña sonrisa se dibuje en mi rostro.
¿Cómo es que lastimar a alguien me haga sentir bien?
Deshecho mis extraños pensamientos.
Por lo menos la parte más difícil esta hecha.
Aunque aún falta lo mejor.

Detrás de las tinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora