Capítulo 3.

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Después de desayunar ese sábado con él, no lo volví a ver en toda en toda la semana, el miércoles Lilly me dijo que irían al bar de siempre el viernes, y que yo estaba invitada, mi seca respuesta: "No tengo ganas" no la dejó para nada satisfecha y volvió su reto personal de la semana llevarme al bar, insistió tanto que por cansancio terminé cediendo. ¿Todos los alemanes son así de insistentes?

Como cada viernes salía temprano, y el clima estaba frío pero no amenazante de diluvio como el otro día cuando salí con Marco, llegué a casa, le puse la cadena a Kamal y salimos a trotar por el parque, no era una gran fanática de la vida sana, ni nada por el estilo pero a veces me ayudaba a ordenar las ideas, había tenido que dejar de fumar cigarrillos porque no congeniaban bien con los antidepresivos, ni con las pastillas para calmar la ansiedad, y mucho menos con los anticonceptivos que me había visto obligada a tomar desde los 16 años por síndrome de ovario poliquístico, después de estar meses en terapia sicológica, la psiquiatra decidió que era hora de dejar de medicarme, se suponía que la depresión había sido superada y mágicamente las crisis de pánico habían disminuido su frecuencia, sólo hasta que Daniel volvía a aparecer en mis más terribles pesadillas, la calma sólo podía regresar con agüita de Melissa, y aún no estaba tan mal como para recurrir a la automedicación.

"Tienes la mente muy fuerte Leah... Eres una mujer extraordinaria" No sé si era realmente extraordinaria, o estaba extraordinariamente jodida. A mis 26 años cargo con la culpa de un accidente en auto, maté a sangre fría a un hombre, tuve que salir del país corriendo y temo cada segundo por mi vida.

Llegué a casa y mi fui directo a la ducha, estaba realmente asquerosa, había transpirado mucho, miré debatiéndome el pijama, pero Erik y Lilly pasarían a buscarme en un par de horas, me gustaba verlos, congeniaban muy bien, Erik literalmente babeaba por ella, siempre estaba atento, sentí un poco de envidia, ellos tenían un amor puro y por sobre todo sincero.

Empecé por mi cabello, lo sequé y le hice pequeñas ondas desde la mitad a las puntas, me maquillé de manera natural, y llegué a la parte más horrorosa, tomé el pequeño lente en mi dedo índice y lo puse en mi pupila, repetí la acción con el otro ojo, como siempre tuve que pestañear un par de veces antes de acostumbrarme por completo, me puse el vestido, me miré al espejo un par de veces, me quedaba muy corto, o al menos eso sentía, pero ya no había tiempo para cambios, el sonido de la bocina del Audi me avisaba que los chicos tan puntuales como siempre me estaban esperando, me puse un trench negro sobre el vestido, tomé mi cartera y salí, el frío alemán caló hondo en mi cuerpo, corrí tan rápido como los zapatos me lo permitieron, y subí en la parte de atrás del auto.

-Te ves muy bonita- Dijo Lilly mirándome desde el asiento de copiloto.

-Sigo pensando que debería ir en mi auto- Susurré mientras me ponía el cinturón de seguridad.

-No es necesario... Marco se ofreció a traerte a casa a la hora que quieras- Lilly le lanzó una mirada asesina a Erik que visiblemente incómodo se concentró en el camino, así que su férreo interés en pasarme a buscar era para que pudiera volver con Marco y así dejarme sin opción a nada, me detuve a pensar que quizás fue Lilly quién le dio la idea de la falsa enfermedad de Nico.

-¿Las alas de cupido? ¿Las dejaron en casa?- Pregunté irónica, pero luego solté una risa, en realidad esta noche no quería hacerme ningún tipo de problema por nada, hace un año que no salía a divertirme o simplemente a bailar, no es que durante mi vida universitaria me hubiera desatado y saliera cada fin de semana de fiesta, pero si más o menos una vez al mes, para celebrar que los exámenes habían acabado, el bar estaba totalmente concurrido de personas, y la entrada era asquerosa, pero Erik estacionó el auto y sin preocuparse por la gente, nos guió adentro, el guardia de seguridad le sonrió cuando pasamos.

Un lugar seguro (Marco Reus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora