El cómodo sillón se hundía con mi peso, no dejaba de mover frenéticamente mi pierna, y removía nerviosa mis manos entrelazadas en mi regazo, miraba por todas partes de la consulta, pero no era capaz de mantener la vista en los ojos marrón frente a mí, esperaban una respuesta lo sé, pero no sabía por dónde empezar.
-Emma... Cariño, no quiero presionarte, pero llevas una semana viniendo aquí todos los días, y aparte de compartir conmigo una infusión de hierbas no me dices nada... No sé si soy el profesional indicado para esto- Se sentó a mi lado poniendo su mano sobre mi rodilla, no pude contenerme y las lágrimas cayeron. Edward era un hombre de unos 50 años, psicólogo, siempre era tan paternal que me recordaba a Thomas. Su función en el hospital infantil era dar apoyo a los padres para superar el duelo por la enfermedad o el fallecimiento de sus pequeños hijos, estaba claro que no era el especialista que yo necesitaba, no después de todo el brote psicótico y la paranoia, pero era la única persona que sabía que no me juzgaría, y sabía perfectamente que podía pedir el secreto profesional y no se negaría, el problema era que las palabras no me salían, aún se me revolvía el estómago cuando recordaba mi conversación con Irena.
-¿Qué? ¿Cómo? ¿Te hizo algo? ¿Está ahí contigo?- Me atosigó con preguntas.
-No...- Los sollozos a penas me dejaban hablar.
-Leah... Cariño tranquila... Explícame ¿Qué es lo que está pasando?
-Llegué a casa y había una caja de... Desde Londres con periódicos donde publicaron la noticia de la muerte de William... Y...
-Cariño... No, estás entendiendo todo mal... Fue Thomas quién te la envió.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Thomas viajó a Londres el jueves... No leíste todo, ese diario sensacionalista que te tachó de asesina y publicó una foto tuya en su portada perdió el juicio, así que tuvo que disculparse, por eso Thomas te envió los diarios y la sentencia final... Daniel no puede acercarse a ti.
-Eso no va a detenerlo Irena.
-Lo sé cariño, pero algo es algo... Thomas se encontró con él en Inglaterra, así que no tienes de qué preocuparte por ahora... Él no sabes dónde estás.
-¿Cómo está Sara?
-Está bien cariño... Ayer celebró con nosotros su cumpleaños, hoy va a quedarse en la casa de una amiga.
-Pero ¿Está bien?- Insistí.
-Te extraña mucho... Pero entiende que por ahora es lo mejor.
-Lo siento mucho Irena... De verdad.
-Leah ¿No crees que sería buena idea que retomaras la terapia? Podrías encontrar a alguien en Dortmund... No puedes ponerte así cada vez que pienses en Daniel, no es sano.
Y aquí he estado todos los días de la semana, tal como dice Eddie, pero cada vez que quiero hablar, cada vez que quiero desahogarme, un nudo se forma en mi garganta, mi cerebro no manda la señal a mis músculos y no soy capaz de decir absolutamente nada.
El beeper emitió un sonido agudo, limpié mis lágrimas bajo la atenta mirada de Eddie, miré el pequeño aparato "Dr Schneider te está esperando"
-Tengo que irme... Perdóname Edward- Salí de su consulta sin esperar respuesta. Caminé casi corriendo por los pasillos del hospital, entré en uno de los baños y me lavé la cara repetidas veces. Cuando llegué a la recepción busqué al doctor con la mirada hasta que lo encontré en una de las esquinas riendo y sacándose fotos con una abeja gigante ¡Mierda! Había olvidado totalmente la visita de los jugadores al hospital.
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Un lugar seguro (Marco Reus)
FanfictionPredestinados a encontrarse, condenados a perderse... Él... Qué podemos decir de él que nadie sepa, o que no haya sido publicado en alguna revista, jugador de fútbol profesional, extremadamente guapo, famoso por sus lesiones y por perderse torneos i...