Capítulo 9.

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-Hazlo- Cerré los ojos- Hazlo de una vez- Su risa burlesca me hizo abrir los ojos.

-En serio eres estúpida Leah... No sé qué es lo que encontraba atractivo mi hermano en ti... Así de fácil, dispararte y ya- Se acercó a mí- Primero voy a terminar lo que mi hermano empezó- Cuando vi sus intenciones comencé a correr, la pesada puerta de metal estaba cerrada, no tenía salida. Corrí al otro extremo de la azotea, pero no me sirvió de mucho, su mano izquierda me tomó por la cintura, ambos terminamos en el suelo, él sentado a horcajadas sobre mi cadera.

-¡Déjame en paz!- Grité desesperada cuando sentí sus labios contra la piel de mi cuello.

-¡Cállate!- Golpeó mi rostro con el cañón de la pistola, el sabor a mi propia sangre me dio asco, escupí atontada por el golpe- ¡Vas a tener el castigo que te mereces!- Tomó mi camisa por el cuello y la abrió haciendo saltar los botones en diferentes direcciones, no de nuevo, no quiero, estaba pasando por tercera vez, por tercera vez me estaban manoseando, de nuevo me estaban sometiendo a algo que no quería- Esa noche en la casa de campo... Asumiste que había sido yo... Will me contó sobre esta pequeña travesura- Este infeliz está loco ¿Pequeña travesura? ¿Un intento de abuso en qué parte del mundo es una pequeña travesura? La rabia me invadió, él lo sabía, y no había echo nada- Después de esa noche me empezaste a tener miedo, no dejabas a Sara sola conmigo...- Lo mordí cuando pasó su mano acariciando mi rostro, pero nuevamente recibí un golpe, esta vez con su mano, la cara me ardía- Todo ese tiempo estuviste protegiéndola de la persona equivocada- Soltó una carcajada. Tomó con fuerza mis muñecas poniéndolas detrás de mi cabeza, me removí sobre el suelo tratando de soltarme de su agarre, pero era imposible, sentí pánico, náuseas cuando sus labios bajaron por mi cuello, levanté mi rodilla con fuerza golpeándolo en la entrepierna, me soltó, me arrastré por el suelo, hasta alcanzar un fiero de metal, hace poco habían estado reparando el techo del hospital y algunos escombros y materiales que habían sobrado estaban en la esquina.

-No te acerques... -Dije desesperada, era imbécil toda la situación era completamente estúpida.

- Leah- Rió apuntándome nuevamente. De pronto descargó la pistola, tuve miedo- No voy a irme de aquí sin probar tu cuerpo- Lanzó el cartucho con las balas lejos- Necesito saber qué es lo mi hermano vio en ti para perder la razón...

-Eres un asqueroso... Tú y tu hermano son iguales, enfermos ambos...- Tomé con ambas manos el fierro, como si fuera un bate cuando lo vi acercarse nuevamente- No estoy jugando Daniel, voy a golpearte si te acercas a mí de nuevo- El sonido del forcejeo en la puerta de acceso nos distrajo, suspiré con alivio, de reojo vi a Daniel haciendo el amago de querer quitarme el fierro, tomé aire cerré los ojos y lo golpeé haciendo sangrar su cabeza instantáneamente, cayó al piso de costado inconsciente, el pánico me invadió de nuevo, ¡No! Solté el fierro como si me quemara, me acerqué a él volteándolo, revisando su herida, no quiero volver a la cárcel, a un tribunal, a la angustia ¡No quiero! Respiré aliviada cuando lo vi removerse, abrir los ojos parpadeando varias veces, me alejé de él acercándome a la puerta que aún no podía ser abierta, y todo sucedió como si fuera en cámara lenta, se levantó del piso a duras penas, estaba visiblemente noqueado, caminaba con pasos torpes como tambaleándose, se apoyó con ambas manos en el barandal, hizo el gesto de querer vomitar, entonces perdió el equilibrio y resbaló, todo sucedió al mismo tiempo, mis gritos, la puerta abriéndose dejando entrar a los policías y Daniel cayendo al precipicio, me parecía tan irónico que hubiese muerto así, yo quise terminar con todo de la misma manera hace unas horas. Caí de rodillas al suelo, convertida en una muñeca de trapo que no dejaba de temblar, se había terminado, todo se había terminado, pero no me podía sentir en paz, fue increíble, pero todo ocurrió igual que en Londres, los brazos de Irena me rodearon hasta que dejé de llorar, luego me ayudó a levantarme y me prometió que todo estaría bien, igual que esa noche, mi vida estaba llena de los más terribles deja vu, busqué con la vista a Marco, recorrí toda la azotea con mi mirada, pero no lo encontré y la verdad era mejor así, estaba decepcionada, pero no quería que esto lo salpicara y pudiera perjudicarlo de ninguna manera, así que lo mejor era que se mantuviera al margen, él tenía una imagen que proteger. Irena se sacó el abrigo y me lo puso, sólo ahí fui consciente de que estaba con la camisa abierta, hacía frío, pero yo temblaba de miedo, de pánico, de horror. Ya sabía el procedimiento, así que cuando el policía se acercó sólo estiré mis brazos resignada para que me pusiera las esposas. Increíble pero cierto, siempre terminaba igual.

Un lugar seguro (Marco Reus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora