Capítulo 23

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Juraba por todos los cielos y deidades existentes que jamás en su vida se había sentido tan incómodo y tenso como en aquella mesa apartada en una esquina justo al costado de una ventana, donde cuatro personas vestidas de gala hacían su presencia con distintos platos y él con una banana-split con tres bolas: chocolate, fresa y vainilla. No podía sentirse peor. Miró a Josh, quien a su lado imaginaba que era el peor, pues la situación era de la marea en su contra. Una mirada mordaz por parte de su madre y otra fulminante por parte de su abuelo; pobre chico debía estar debatiendo mentalmente las distintas maneras de suicidarse y cómo hacerlo con menos dolor del que debería soportar.

—Entonces... —Comenzó cortando con tijeras la visible tensión en el ambiente. —me estás pidiendo que acepte a un barista en mi casa.

Joder, joder, joder. La forma en que articuló el "mi" fue como la ponzoña de una víbora en espera de su próxima presa. Josh siempre odió a las suegras y a ésta en especial, la Sra. Horan era como "el coco" del cual los niños siempre huían en sus sueños, sólo que en este pequeño caso, era la pesadilla de los adultos.

—Mamá... —Llamó suplicante Niall.

—Estamos hablando de un asunto serio. —Ignoró por completo a su propio hijo. —Si realmente quieres que el barista se quede en la casa tendrás que pasar sobre tu abuelo y sobre de mí, ¿Sabes? —Severa y fría.

El irlandés sabía perfectamente que tenía que pensar en una perfecta manera de persuadir a su madre y abuelo para que acogieran a Josh como si se tratara de un hijo; las palabras de Harry se repetían en su mente y se rehusaba en mil y un maneras a abandonar a su suerte al amor de su vida. Suspiró, frustrado de toda la situación y su cabeza comenzó a trabajar buscando alguna buena solución. Asesinato, Josh, él, familia, guardias. El rompecabezas estaba unido pero faltaba una pieza y era la esencial, algo faltaba, pero ¿Qué?


*


Danielle ni siquiera se había dignado a aparecer en el departamento después de largarse a los cursos de maternidad y todas esas cosas de mujeres embarazadas. Liam se sentía agradecido por ello, no lograba soportar ni el peso de su propia alma en pena y escuchar los gritos de la morena le causaría alguna inestabilidad mental y causaría un desastre, tal vez suicidándose. Sentado sobre la cama, la portátil puesta sobre sus piernas, escribía un párrafo importante que relataba el nudo de su historia, tal vez de su vida también.

"El escritor suplicaba al cielo un milagro, sea del dios que fuere, no importaba, simplemente quería ver al chico del café de nueva cuenta. Tenía un bebé en camino y era consciente de aquello, una vida más por venir al asqueroso mundo en el que más de siete mil millones de personas esparcían sus pecados con su adorado y querido 'libre albedrío'; el escritor sabía que la nueva criatura no merecía su desprecio, incluso su conciencia sentía el pesar de sus acciones involuntarias, porque esa noche sus pensamientos no estaban lo suficientemente claros como para dejarle razonar acertadamente. Se sentía sucio y al mismo tiempo perdido en una atmósfera donde no sabía si era posible respirar el oxígeno que una vez le enseñaron, nos daba vida. La imaginación escapaba de sus pulmones como el bióxido de carbono del cual nunca puso atención en la materia de ciencias, jamás le interesó, hasta ahora que lo utilizaba para hacer una buena comparación de su vida; algo que le pesaba era que el moreno jamás volvería a hablarle y ése último mensaje de 'mucha suerte' continuaba grabado en su mente, mantenía la esperanza de que en algún momento volviera otro mensaje a su móvil para enmarcar una nueva sonrisa sobre sus resecos y desgraciados labios.

Zona Roja  [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora