Capítulo 27

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—Paaaaa... —Deletreó con deleite entre sus gruesos labios rosados, mirando con atención los ojos marrones de Musi que miraban expectantes lo que esperaba que dijera. —pá. —Terminó con una sonrisa, impaciente porque su bebé repitiera lo que él dijo.

10 meses. Ella había crecido bastante y había comenzado a gatear cuando Liam y Danielle menos lo imaginaron, Musi recorría la casa en pañales, con uno que otro vago y fallido intento de caminar por sí misma, terminando con su trasero sobre el suelo y un llanto del cual sus padres no podían evitar alarmarse al segundo de escucharlo. Su cabello ondulado había comenzado a crecer desde una pequeña raíz y ahora continuaba en el proceso de hacerlo, adornando su pequeña cabeza con una melena hasta la mitad del cuello, tan delgada y suave al tacto, que cualquier mujer súper modelo envidiaría de tan sólo verlo.

—Paaaaa... —Volvió a abrir la boca. —pá. —Sonrió, esperanzado de que su hija por fin pudiera decir sus ansiadas palabras y complaciera sus angustias con aquella palabra que últimamente adoraba escuchar que fuese dirigida hacia él.

Ella le miraba, una mirada que, como la primera vez, Liam no podía descifrar qué tipo de emoción estaba intentando revelarle con esos pequeños ojos que se refugiaban tras esas enormes hileras de pestañas rizadas y cautivantes. Bufó cuando Musi no parecía siquiera inmutarse en abrir la boca y ejercitar sus cuerdas bucales. No. La pequeña se puso en cuatro y comenzó a gatear hasta su dinosaurio rosa de juguete, fue hasta entonces que la vio sonreír, divertida con ese maldito peluche por el cual había llorado por todo Walt-Mart hasta que volvieron por él; miró esos dientes frontales que se asomaban ya entre sus encías, parecían grandes a comparación de su pequeña boca, también los de abajo comenzaban a notarse como pequeñas colinas nacientes, de repente babosas. Su boca metió el hocico del animal de peluche a su boca, mordisqueando la tela y dejándola babosa, Liam no la detuvo después de haber sabido que los bebés hacían eso por naturaleza debido a que el crecimiento de los dientes provocaba una incesante comezón que podía ponerles irritables con facilidad; alejó el rosado objeto de su boca y balbuceó cosas sin sentido, simulando una plática con aquel objeto inanimado. Se había resignado a que el peluche se había ganado un buen lugar en la casa desde aquel capricho en Walt-Mart.

—Llegué, cariño. —Avisó sonriente la morena, atravesando la puerta de entrada como un rayo para dejar las bolsas del supermercado sobre la mesa y correr hasta su niña.

— ¡Mamá! —Ésta gritó en cuanto vio a su progenitora llegar. Liam dio una palmada sonora en su frente, lleno de frustración.

—Al parecer alguien sigue sin tener éxito. —Se burló ella con Musi entre sus brazos jugueteando con sus rulos excéntricos, paseando su pupila encantada con la forma del cabello de su madre.

—Juro que he intentado mil y un maneras, incluso la chantajeé con el dinosaurio rosa y sigue sin decir "papá". —Bufó y se dirigió a la cocina para comenzar a acomodar lo que su esposa recién trajo.

—Ya lo dirá. —Aseguró frotando su fruncida nariz en la suave mejilla de su hija, quien tomó entre sus regordetas manos el rostro de la chica y apretujó con sus débiles fuerzas su cara, provocando una risa. —Eres su adoración, Liam, obviamente dirá tu nombre en algún momento. —Volteó a ver a su esposo quien, tras los meses había recuperado un poco del peso que había perdido, de hecho, se veía mejor y más sano que antes, ahora interactuaba más con el mundo, sobretodo cuando era cuestión de sacar a Musi de paseo.

—Parece que adora más a alguien que tiene el cabello exuberante. —Hizo un puchero y miró acusadoramente a su hija, quien le correspondió la mirada y sonrió ampliamente, escondiendo de manera inocente su rostro en el hombro de su mamá.

Zona Roja  [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora