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Era una noche fría y silenciosa en las Tierras del Reino, unas espaciosas tierras que se dividen a lo largo de la sabana. La sabana se encontraba sumida en total oscuridad y silencio. El rey Ahadi se encontraba en su morada La Roca del Rey, una formación de gran roca en forma de montaña situada en el norte de las Tierras del Reino, ahí vive la manada de leonas, de las cuales él era rey. La manada vivía en una caverna dentro de la montaña.

Ahadi se encontraba sentado en el borde de la Roca del Rey. Sus ojos verdes observaban con mirada pensativa la sabana, mientras una suave brisa fría agitaba su larga y frondosa melena negra. Era tarde en la noche, las leonas se encontraban durmiendo en el interior de la cueva, su pareja Uru también estaba en la cueva durmiendo. Uru estaba embarazada, Ahadi le insistía en que se cuidara y descansara lo suficiente, era su primera camada y ambos se preocupaban porque los cachorros nacieran fuertes y sanos.

Sus hijos. Esa eran una de las cosas que ocupaba sus pensamientos esa noche. Ahadi no podía dormir esa noche, así que decidió salir y tomar un poco de aire fresco de la noche y observar las estrellas para tratar de relajarse y ordenar sus pensamientos. Confiaba en que el aire fresco de la noche, la serenidad de la sabana y la tenue luz de las estrellas en el cielo le ayudaran a serenarse un poco y ordenar la mezcla caótica ideas y sentimientos revueltos en su mente.

Ahadi, el rey de la sabana, que durante su reinado había enfrentado y resuelto diversos problemas y conflictos entre sus súbditos, que había manejado los recursos del reino con pericia y eficiencia, que en tiempos de sequía y escacez de alimentos había procurado proporcionar agua y comida a los animales, y siempre respetando El Ciclo de la Vida, tradición que durante años se había mantenido como regla a seguir por todos los gobernantes de las Tierras del Reino. Él, Ahadi estaba nervioso y angustiado; desde que confirmaron el embarazo de Uru, se había emocionado por la buena nueva de que iba a ser padre, pero al hacer los cálculos podía deducir la fecha aproximada del parto y coincidían con la época de inicio de sequía lo que significaba que nacerían en un tiempo de escasez y dificultades para el Reino.

No era la primera vez que una camada nacía durante la sequía y lograban sobrevivir y reponerse en la época de lluvia donde las precipitaciones devolvían a la sabana su abundancia y verdor y las presas abundaban de nuevo aunque no por ello la preocupación era menos. Como cualquier padre responsable quería darle los mejores cuidados y atenciones a sus hijos, pero no estaba seguro de si las condiciones climáticas se lo permitirían y era imprescindible la sobreviviencia de nuevas crías para generaciones futuras. Era una responsabilidad muy grande la que tenía por delante, tan importante como la de ser rey, el mantener la vida y estabilidad de su manada que incluía a sus hijos y de los habitantes de su reino.

En otras noches como esa, ese presentimiento inquietante le había dejado despierto durante largo tiempo. Le había comentado en ciertas ocasiones a Uru su preocupación al respecto, ya que ella era su pareja, había estado con él hasta en todo momento y sabía que podía hablar con toda franqueza y sinceridad acerca de lo que pensaba o sentía, y ella en tono burlón le decía:

__ Ahadi, tu eres el rey de las Tierras del Reino, manejas y administras a todo un reino, sus habitantes y sus recursos. Eres un buen rey.__ y luego añadía en un tono más serio y dulce__ Y estoy segura de que también serás un buen padre. No te preocupes demasiado, saldremos de esta como en los años anteriores, ni la sequía más asoladora ni las lluvias más torrenciales nos han detenido. Sólo toma las cosas con calma.

Y él sólo permanecía en silencio, sonreía débilmente y se relajaba por un rato hasta que ese mal augurio volvía repentinamente a su mente a perturbar su tranquilidad. Ahadi era el rey de las Tierras del Reino, era el que debía cuidar, proteger, administrar y velar por la seguridad y bienestar del reino y sus habitantes. Era una responsabilidad que él como rey debía cumplir con la mayor efectividad posible, ya que un pequeño error por insignificante que parezca al principio podría alterar el equilibrio y la armonía del Reino en sus consecuencias finales. En algunas sequía habían llegado a morir leones de la manada y la escasez se había acentuado pero eso era en casos extremos, sin embargo no había que tomarlo a la ligera, el clima puede ser voluble y desfavorable a veces.

Y aun quedaba el asunto de su responsabilidad como padre. Él y su pareja Uru tendrían la responsabilidad de criar y educar a sus hijos. Ahadi no dudaba que Uru sería una buena madre para sus hijos, ella era cariñosa, amable y comprensiva además muy buena cazadora. Sí, definitivamente ella sería una buena madre pero ¿él? No estaba seguro, tal vez sólo eran los nervios de la primera vez, Ahadi sacudió la cabeza para alejar esos inquietantes pensamientos de su mente, decidió no darle más vueltas al asunto. Se esforzaría por ser el mejor padre para sus hijos.

El rey se quedó contemplando la sabana y una visión más optimista de la situación. Ahadi se permaneció observando el firmamento, mirando las estrellas con su brillante luz.

Al cabo de unos minutos Ahadi decidió regresar a la cueva a descansar con la manada y aprovechar las últimas horas de oscuridad. Mañana sería un día muy atareado. En el interior de la cueva las leonas de la manada estaban dispersas durmiendo; Uru se encontraba en su lecho cerca del centro de la cueva, Ahadi la miró con ternura. Uru dormía de lado por su embarazo, su vientre hinchado dejaba al descubierto un ya adelantado embarazo, el parto ya estaba cerca. Ahadi se recostó con cuidado de Uru para no despertarla, apoyó su cabeza en el suelo iba a cerrar sus ojos cuando escuchó una voz a su oído.

__Todo estará bien. No te preocupes__ susurró Uru con voz serena y melodiosa.

Volteó para mirarla pero cuando lo hizo Uru tenía los ojos cerrados y una mueca burlona en los labios. El rey sonrió. Fueron tantas las veces que no había podido dormir por la preocupación que le traía sus responsabilidades que Uru ya sabía el motivo por el cual se perturbaban sus sueños. Ahadi la miró un instante con ternura, Uru tenía razón debía calmarse y no procuparse demasiado él al igual que Uru debía descansar un poco de los problemas y preocupaciones que sólo afectaban sus nervios y los desmoralizaban, y él como rey de las Tierras del Reino debía ser fuerte por sus súbditos, por su manada, por su familia.

Ahadi se acostó en el suelo junto a Uru y cerró sus ojos con una leve sonrisa en sus labios y luego se quedó dormido.


El rey León.  El reino de AhadiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora