Dos años y medio atrás.
Zairen se giró sobre la cama y como resultado le dio un manotazo a Kira en la cabeza. Al darse cuenta soltó su risa ronca, logrando sacarla de quicio.
- Eres innecesariamente grande, en serio – Gruñó Kira girando el cuello para verlo. Una sonrisa sobrada, su torso aún desnudo, la sábana cubriendo muy poco de su cuerpo.
- Te dije que fuéramos a mi recamara, todo lo mío más grande – Respondió burlón estirándose, provocando que Kira se echara al borde y se contrajera en un intento por no caer.
- ¡Que va! ¿Y correr el riesgo de encontrarnos con tu tío? Puede que en ocasiones nos falte algo de prudencia, pero... Él Nos mira como si fuésemos la pareja que va a procrear al próximo mesías, da escalofríos – Le dijo ella terminando de sentarse para salvar su precaria posición.
- No le prestes atención, no tiene ningún derecho "filial" conmigo, mucho menos contigo – Respondió él malhumorado, levantándose sin darle un segundo vistazo – Mira la hora, vamos a llegar tarde al entrenamiento. Me adelantaré para prepararme – Dijo enrollándo una toalla en su parte inferior antes de salir.
- Tan cobarde... Tranquilo que yo tampoco quiero formalizar nada contigo ni nada por el estilo – Resopló Kira a la puerta, reconociendo a un hombre que le tenía miedo al compromiso, después de todo ella misma era así.
Pero luego sonrió, pensando que Zairen era tan transparente como un humano podía serlo. Estaba bien con que no quisiese nada serio, sabía que se preocupaba por ella, todos lo sabían. Era sumamente cabezota e individualista, también tenía otros defectos o cualidades que también reconocía en sí misma.
Cuando se encontraron en el área de entrenamiento junto a los otros, simplemente se asintieron el uno al otro en un frío saludo.
El entrenador apareció por la enorme puerta de acero oxidada, con su acostumbrado andar robótico acompasado y barrió mirada hasta que se encontró con lo que estaba buscando.
- Davis, Fischer, Monseñor requiere su presencia. Apresúrense y no nos hagan perder el tiempo a los demás – Agregó cuando Kira y Zairen trabaron sus miradas el uno en el otro.
- Si, señor – Respondieron los dos al unísono poniéndose en marcha.
- Sea lo que sea, deja que sea yo el que hable – Le dijo Zairen de camino.
- No hables mierda Zairen, no eres mi superior. No trates de controlarme, no va a ser bonito – Soltó Kira en respuesta. Odiaba el comportamiento de Zairen cuando su tío estaba involucrado.
- Solo digo que si la cosa allá adentro se pone personal me dejes manejarlo – Trató de corregir Zairen, aunque su tono seguía siendo rudo.
- Yo responderé por la basura que puedo manejar y actuaré acorde si no es el caso soldado – Respondió en tono formal, desprendiéndose de cualquier intimidad que hubiera entre ellos.
Después de eso Zairen guardó silencio y ella siguió su ejemplo aplacada por el hecho que de no replicara nada más.
Una vez frente a la oficina del Monseñor, ambos intentaron aligerar la tensión en sus hombros como un acto reflejo, ese hombre tenía una mirada de halcón que parecía reconocer cualquier emoción sepultada. Por eso a Kira le incomodaba, escarbaba en tu cerebro como lo haría un demonio hambriento por manipularlo todo.
La puerta se abrió con un clic metálico antes de que alguno de los dos hiciera ademán de querer entrar. Ambos reprimieron el impulso de mirarse, afuera de la oficina había cámaras como en todo el complejo, lo que se documentaba en estas era revisado personalmente por el mismo Monseñor.
El estudio en el que se había instalado la mayor autoridad religiosa era sobrio, un tono sepia salpicado aquí y allá con artículos y mobiliarios intercalados en negro y rojo. Sobrio, pero no hablaba de la humildad propia que debía tener un clérigo. De hecho exudaba riqueza, hablaba de elegancia y de gustos refinados, de alguien al que nunca le había faltado nada, el fin del mundo no sería la excepción, y no se avergonzaba de ello.
- Creo que ambos pueden tener diversas ideas sobre el porque están aquí esta mañana, y puedo adelantarles que se trata de todas esas y ninguna – Planteó el Monseñor, guardando un breve silencio en espera de que alguno quisiera decir algo, aunque sabía que ninguno de los dos se atrevería a interrumpirlo en ese momento.
Zairen podría, pero no delante de alguien más, mantenía gran parte de su animadversión por él en privado. Y de hecho Kira también sería capaz, pero solo por razones de peso y aún no le daba una.
- Ustedes dos son los más fuertes del grupo, ambos tienen madera de líderes y creemos que pueden manejar a su propio equipo. Sobre todo si lo hacen juntos – Manifestó Monseñor atento a sus reacciones.
Los dos se mantuvieron estoicos. Lo que había dicho dibujaba el escenario de una balanza en perfecto equilibrio que en cualquier momento podría inclinarse de un lado o de otro. Claro que ambos sabían que eran los mejores, también intuían que la proposición incluía a Zairen en la cúspide y a Kira como segunda al mando, aunque Zairen no estuviese realmente interesado en ello, pero no podía evitar resaltar, era naturalmente bueno.
Quizá por eso se habían encontrado saliendo, se gustaban porque así funcionaba la selección natural, la Ley del Más Fuerte; el omega siguiendo al beta, el beta siguiendo al Alfa y este último no se conformaba con menos que con lo mejor. No eran como el Yin y el Yang -porque eran más caimanes del mismo pozo que otra cosa- y definitivamente no eran una mierda romanticona que complementaba al otro en el plano sentimental, nada de bordes suaves vs. punzantes porque ambos eran un amasijo de impulsividad, perspicacia y adrenalina.
Pero, al mismo tiempo a ambos les ahogaba la cautela. Les aterrorizaba dejar caer el velo que habían colocado a sus espaldas, "diosificaban" sus secretos y defectos. Incluso, a veces, les costaba amarse a sí mismos con toda esa inseguridad corroyendo las bases de todo asentamiento.
- Más allá de una cadena de mando podrían trabajar codo a codo – Agregó el Monseñor.
Esta vez Zairen y Kira sí se permitieron el contacto visual. Por alguna razón eso sonaba demasiado bueno, a ambos les parecía bien, solían tener sus desavenencias pero podían llegar a consensos bajo situaciones de tensión. Estar bajo presión los hacía actuar con una sincronización bendecida por los cielos.
- Veo que no se oponen. Sin embargo, para ello deberán estar algo más ¿Cómo lo diría? ¿Sincronizados? – Probó el Monseñor de forma vaga.
Kira carraspeó.
- Creo que nosotros ya estamos bastante sincronizados, se que lo ha notado, lo ha hecho bastante obvio – Indicó Zairen con algo de cinismo.
- No me refiero a sus cuerpos Zairen. Sí, no es ningún secreto que en ese aspecto la llevan bastante bien y me reservaré mis opiniones sobre su "libertina relación" para luego – Rebatió el Monseñor llevando la incomodidad de Kira a un nuevo nivel.
¿Libertina? Kira no sabía si reír o llorar por el comentario.
- Hablo que para ser la columna vertebral del otro, deben ser uno solo, y para eso no hay una conexión física Zairen, me refiero a una espiritual y mental. Es totalmente posible ya que ambos han desarrollado dones particulares que, con el empuje adecuado, podrían convertirlos en una fortaleza impenetrable – Consideró en base a sus evaluaciones como internos del programa clérigo-militar.
Otra respuesta compartida surgió de ellos, ambos se tensaron ante la mención de sus "particularidades". Era información confidencial y no era algo que alguno de los dos tuviese ganas de compartir, ni si quiera entre ellos, porque tenía origen en sus vivencias más oscuras.
El pitido de un dispositivo de comunicación resonó en el escritorio y el Monseñor le dio un vistazo, Kira supuso que estaba identificando el remitente, así que ella misma estiró el cuello intentando ver de quién se trataba. Zairen sabía que su tío estaba evaluando si desestimar o no el llamado, el Monseñor odiaba las interrupciones innecesarias. Sobre todo cuando estaba siendo tan críptico y místico sobre algo y ese era el caso.
Después de pensárselo un segundo y de lamerse los dientes, como un gesto de fastidio, pulsó el botón que aceptaba la llamada.
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La mano de Dios
ParanormalNadie sabe que sucedió. Solo pasó. Un día los demonios salieron del lugar inmundo en el que se suponía tenían que estar e hicieron fiesta con nuestras debilidades. Un día solo irrumpieron y tiñeron el mundo de más sangre y más c...