Líder

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 ¿Cómo resultó todo? – Preguntó Suzy incorporándose rápidamente.

- Terminado. Sin bajas para nosotros – Respondí tomando el asiento frente a ella, haciéndole una seña para que se sentara de nuevo.

- Allá adentro ¿Cómo supiste? ¿Mi pesadilla? Tu... - Empezó a decir, la sospecha y la furia alternándose y avivando su mirada.

- Lo hice – Respondí rápidamente – Es una de mis habilidades ¿no creerás que me convertí en la líder sólo por mis lindas curvas no? – Bromeé sin muchas ganas, aunque sabía que estaba totalmente fuera de lugar.

Parecía un día para ello.

- Así que ¿Lo viste? ¿Qué viste? Yo no puedo... – Empezó a cuestionarme, su parloteo no sonaba más que como un murmullo.

- No exactamente... No es un recuerdo muy lindo que quería robar y explorar con gusto Suzy – Contesté inclinando mi cabeza hacia atrás en el respaldar.

- ¿Eso fue lo que hiciste? ¿Te lo llevaste? – Preguntó de pronto animada, estaba sacando las conclusiones equivocadas.

- No Suzy, sólo está guardado bajo llave. Por si lo necesitas luego, podrías necesitarlo – Expliqué incomoda de estar hablando sobre mi habilidad.

- No los necesitaré ¿Puedes solo...? – Preguntó, se había acercado a mí y estaba casi arrodillada.

- Si puedo. Y antes de que preguntes, mi respuesta es no. No voy a borrarlo – Negué con voz suave.

- ¿Por qué no? – Explotó histérica, poniéndose de pie.

- Porque los recuerdos, en especial esos que nos queman como el ácido, forjan a la persona que somos y que seremos. No es algo en lo que esté de acuerdo con interferir ¡No pedí esta maldita cosa y no voy a jugar a ser Dios! Eso nunca termina bien – Vociferé perdiendo los estribos, mi furiosa mirada enfocada sin querer en ella.

Suzy trastabilló hacia atrás como si de un golpe físico se tratara.

Las puertas se abrieron de golpe.

- ¿Por qué en la vida están gritándose de esa forma? – Exigió Zairen desconcertado.

- Lo siento – Murmuró Suzy, ahora evitando mi mirada – No estaba pensando – Continuó pasando a mi lado, apartando a los chicos para pasar.

- Hombre, te lo dije – Replicó Leron a Zairen – Iré a... Tu sabes – Agregó yendo tras de Suzy, dejándonos solos.

Podía sentir su mirada atravesándome, siempre lo había hecho, desde el principio. En el mismo momento en el que habíamos estado frente a frente quedamos abrumados por el magnetismo que se levantó entre nosotros, al principio eso no nos preocupó, el problema se presentó cuando nos dimos cuenta que queríamos más y que para ello debíamos abrirnos y compartir nuestros miedos y pecados.

¿Adivinen quiénes no estaban preparados?  

- ¿Kira? – Preguntó exigiéndome de nuevo una respuesta. Nunca antes le había gritado a Suzy, era la menor del grupo, la más dulce, y aunque no era frágil ni mental ni físicamente era la que siempre buscaba aceptación y orientación. Era una guerrera con un corazón dulce.

- Ahora no – Respondí perturbada, quizás debí haber ido tras ella y explicarle con más calma. Después de todo, ahora sabía a ciencia cierta lo que había en su cabeza, aunque ella no lo tuviese del todo claro, eso podía perturbar a cualquiera. Era un milagro que ella aún estuviese cuerda. Al igual que yo y que quizás todos nosotros ¿No merecía acaso un poco de consuelo de mi parte? No podía dárselo a los demás porque no conocía sus demonios personales, pero después de haber visto los suyos parecía conllevar alguna clase de responsabilidad.

¿No tenía la responsabilidad de lidiar con ellos junto a Suzy? Me pregunté abrumada.

- Estas escondiéndote en tu coraza de líder para no dejarnos ver nada, pero sabemos que algo está pasando contigo – Se quejó Zairen con tono preocupado, poniendo una mano sobre mi hombro. Su anterior hostilidad por Uzui aparentemente había desaparecido.

Fue mi turno de tensarme. Claro que algo estaba pasando, estábamos cazando sin parar y mis malditas habilidades psíquicas no habían estado dándome descanso, parecía que cada persona poseída por los demonios en nuestro camino quisiera gritarme el calvario que habían soportado ante nuestra tardanza.

Hace tres años habíamos sido muy cercanos, tanto que ese toque hubiese causado el efecto contrario en mi cuerpo, me hubiese fortalecido, me hubiese hecho sentir acompañada, hubiera aliviado la carga sobre mis hombros. Pero él no me había dejado acercarme. Me había dejado afuera cual niño rebelde, exigiéndome sin dar nada a cambio.

- No seas ridículo, no estoy escondiéndome. Estoy siendo su líder, para variar – Respondí con acritud, empujando su mano de mi hombro con hostilidad.

- Yo... sé que no hice lo correcto en su momento, no cometas el mismo error. Puedes pagarme con la misma moneda porque bien sé que me lo merezco – Dejó salir ahora tomando mi muñeca con firmeza desde atrás – Pero a ellos, tus hombres, no deberías hacerles esto – Me reprendió de forma sutil.

Volví a poner fin con el contacto físico, pero me alcanzó y se puso frente a mí, mirándome con desaprobación.

- Resultaste ser buen consejero. Un día deberías intentar seguirlos – Escupí, empujando su brazo con mi hombro al salir.

Patrullé por mi cuenta por segunda vez.

Cuando él se había enterado de mi habilidad había puesto distancia entre nosotros. Zairen no me quería en su cabeza, había sido un trago amargo pero yo lo había aceptado con una resignación digna de una persona curtida de cicatrices emocionales. 

Al conformar los equipos fui automáticamente nominada para ser líder. Años atrás jamás lo hubiese adivinado, no tenía madera para líder, solía seguir lo que quería la mayoría y hasta disfrutaba siendo una damisela en apuros.

Por su parte, Zairen tenía todas las habilidades para ser un líder, pero una pésima actitud. Yo opinaba lo mismo que él sobre nuestros "jefes", pero era mucho mejor disimulando mis opiniones siempre y cuándo eso me beneficiara. Después de convertirme en una sobreviviente estaba allí por una razón, quería eliminar a tantos demonios como fuera posible y si podía tener las herramientas y el permiso de los que estaban a cargo, pues mejor.

Pero él tenía un rencor hacia la iglesia que brotaba de sus poros. Al final fue determinado apto para ser un segundo al mando y no necesariamente tenía que formar parte de mi equipo, pero él me había sorprendido viniendo de mi lado, aceptando estar bajo de mi.

La mano de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora