Enfermedad ficticia.

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Cortos suspiros traicioneros, bailando al son de mis locos pensamientos.

Mis suelos desquiciados son lo único que me ha quedado, navegando en este cuarto viciado, lúgubre y desordenado, saltando en pos de la media noche.

Una manzana desahuciada, allá a lo lejos, perdida en el tiempo pronuncia mi nombre en una lengua muerta que solo mi alma comprende, esa que destierra los temores.

Atada y extendida en la sensación de vacío constante, de incesante pérdida, del profundo sentimiento de no estar en el lugar correcto, de en círculos estar corriendo.

Sentada en mi silla, el techo gira y gira, risueño, roto y pasajero. 

Naves extraviadas, buscando su camino a casa, corriendo en la punta de mis dedos; flores melancólicas ocultas en la arboleda de mis pestañas, bien sujetas a mis párpados, con su eterno susurrar, espantándome el sueño.

Aquí en soledad no hago más que mis ideas rumiar, escribiendo, tratando de curar esta enfermedad ficticia, de justificar el pasar del tiempo que los años nos han venido a robar.

Vamos, consuélame, cántame de nuevo esa canción, esa que al sol  se le olvidó y que la tierra se tragó, vamos, estrújame el corazón, devuélveme a la vida, viejo y loco pianista de miradas cobrizas. 

Vida y obra de una loca desquiciada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora