Evidencia

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Regina se divirtió ante la reacción de Emma e hizo lo que se le pedía sin rechistar. Mientras caminaba, desnuda, por la habitación de la rubia, miró a través de la ventana. Vio el mar, y se sintió, curiosamente, por primera vez en cinco años, finalmente serena. Se volvió a colocar al lado de Emma en silencio, esta accionó el mando para cerrar los paneles y se durmieron abrazadas tiernamente.

En la cabeza de Emma, todo estaba menos calmo, temía que Regina se tomara todo esto por una aventura, un fantasía que cumplir. Para la joven, había sentimientos en juego e iba a intentar hacérselo comprender a la morena. Era más que una cuestión de proeza sexual o querer satisfacer deseos incumplidos, era mucho más que eso. Su mano acarició la espalda de Regina, en toda su extensión, que suspiraba de satisfacción, por lo que parecía eso no disgustaba en nada a la morena.

Emma sentía un enorme placer al tener a la otra mujer a su lado, el olor de sus cabellos, su perfume, incluso el olor de la crema que se aplicaba, nada se le escapaba. Cerró los ojos y se dejó acunar por las fragancias femeninas de la morena. La mano de Regina acariciaba la piel suave y se aventuraba por las curvas de la otra mujer. La cabeza le daba vueltas, le parecía que su cuerpo se sentía más ligero. Pronto la respiración de Emma la acunó y el sueño llegó.


El hambre fue lo que despertó a Emma. Cogió el móvil y vio que eran las 14:00. Sabía que dentro de una hora, más o menos, llegarían con el encargo. Se levantó lo más suavemente que pudo, pero Regina suspiró y se despertó.

«¿A dónde vas?»

«¡A correr tras hombres musculados que huelen a sudor!» le respondió la rubia riendo

Regina se colocó sobre sus codos y miró a Emma

«¿Perdón?» dijo ella, media adormilada aún y su oscura mirada posada en la rubia

«La entrega, Regina...Los arbustos llegarán pronto»

«Ah, sí...»

Y ella también se levantó. El timbre de la entrada sonó dos veces, después tres, insistentemente.

«¿Ya?» dijo Emma

«Espera» replicó Regina

La morena se dirigió entonces hacia la pared, en la que hizo aparecer una pequeña pantalla cerca de la puerta. Era el interfono que anunciaba las visitas.

«Es...Henry...» anunció ella

«¿Q...qué?»

Se vistieron a la máxima velocidad y bajaron tan rápidamente como pudieron. Regina abrió la puerta.

«¿Henry? Pero, ¿qué haces aquí?»

En el umbral de la puerta, Emma estaba de pie, también con expresión interrogativa.

«Bah...Estaba harto de estar con Mary y David, me aburría...Y os echaba de menos...Tomé el autobús que para cerca de la casa de los Hood»

«Ok, chico, entra» le dijo Emma

Regina acompañó con un gesto al niño. Emma envió un mensaje a MM diciéndole que Henry había llegado a Point Creek. Ni ella ni David habían notado aún su ausencia, había dicho que había ido a ver a Ruby. La pequeña morena se perdía en excusas diversas, Emma la tranquilizó y finalmente se concluyó que era su culpa, la de ella y la de Regina.

«¿Todo bien, Emma?» preguntó Henry

«Sí, chico, todo muy bien...No te preocupes»

«¿Qué hacéis juntas aquí?» continuó él, nunca había visto a sus dos madres cercanas y eso le intrigaba.

Turbio pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora