La última defensa

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Emma se dio cuenta de que el contacto fue, una vez más, dirigido por la morena. Las caricias eran muy directas por parte de Regina. La rubia, pensó entonces, que su idea no era tan alocada.

«¿Debería quizás utilizar esto?»

A pesar de la poca luz dada por la lámpara de la mesilla de noche, el enrojecimiento en las mejillas de la rubia era visible. Regina observó lo que la otra mujer había sacado de detrás de su espalda, que no era, ni más ni menos, que las esposas de sheriff.

«Emma...» respondió ella, sorprendida aunque no del todo asqueada ante la idea

«Venga, señora alcaldesa, no tenga miedo de explorar cosas nuevas conmigo...»

«¿Es realmente lo que quiere?»

«No deseo sino satisfacerla...» replicó la rubia con expresión más que seductora

Regina tuvo la sensación de que todo su cuerpo se tensaba de placer anticipado, su boca enarboló una sonrisa depredadora que hizo, a su vez, temblar a Emma, que se preguntó, al final, si esto sería una buena idea. La sheriff se había hecho a la idea de que Regina amaba controlar la situación, que el sexo le daba menos miedo si sentía que su compañera era lo menos activa posible. Estar atada no era lo que más excitaba a Emma, pero el hecho de que fuera Regina la que lo hiciera tenía una repercusión más deliciosa de lo previsto. Nunca le había propuesto a ninguno de sus compañeros este tipo de cosas, estaba innovando por completo, esa idea se le había pasado por la cabeza varias veces al ver que la Alcaldesa desprendía algo de eso, dominadora en sus movimientos, en su manera de ser, así que esa propuesta era completamente lógica.

Regina llevó las muñecas de la rubia por encima de su cabeza y las encadenó. Emma ya estaba desnuda, el top había volado a través de la habitación. Los pechos de la joven rubia estaban calientes y eran una dulce tentación a su boca ya golosa, los labios y la lengua de Regina se afanaron alrededor de los pezones, buscando aumentar la pasión en Emma. Sus caderas bloqueaban las de la rubia, forzándola a quedarse inmóvil. Sus manos acariciaban los brazos de piel lechosa, dejando que sus dedos recorrieran la ardiente piel.

Regina solo llevaba una sencilla tentación negra y rápidamente se colocó a horcajadas sobre las caderas de Emma, las ondulaciones de la pelvis de la joven morena eran subyugantes, mucho más cuando, rápidamente, Emma se dio cuenta de que ella no llevaba ropa interior, la humedad se hizo sentir velozmente, la frotación contra su pubis despertaba sus deseos más ardientes. Encontró a Regina bastante hábil para despertar sus instintos, para una persona que no había tenido ninguna experiencia real. Emma sonrió mucho más, Regina se revelaba una amante a la altura de sus fantasías, allí donde temía encontrar a una persona con problemas ante la situación, descubría, por el contrario, que bastaba con encender la mecha justa.

Los gemidos de una y de otra las animaban a ir más lejos, a arriesgarse más. Regina hizo deslizar la última prenda interior de Emma a lo largo de sus piernas y volvió a su posición inicial, el contacto directo de sus pieles electrizaba a la rubia que comenzó también a mover su pelvis.

Al cabo de algunos minutos, Regina se alzó y cambió de idea, aún muy sonriente. Emma sentía que la noche iba a ser larga, pero seguro que más allá de sus expectativas. La incendiaria morena deslizó su mano, de manicura perfecta, entre los pechos de Emma en una larga caricia y después se perdió en sus costados. Liberó las caderas de Emma de su peso, deslizándose hacia abajo de forma felina, haciendo pocos gestos bruscos, comenzó a besar las caderas de su compañera, paseando su lengua por toda su piel, acercándose cada vez más al centro de los placeres, después con un gesto elegante separó suavemente los muslos de la otra mujer colocándose entre las piernas de esta, deslizándose siempre más hacia abajo. Su cabeza se encontraba ahora entre las piernas de Emma que se tomó el gusto de admirar la situación, los besos de Regina sobre su vientre y sus caderas cambiaron a una serie de pequeñas mordidas, y cuanto más movía ella las caderas, más se clavaban los dientes en su carne, dejando aquí y allá marcas rojizas que pronto serían multicolores, los pequeños gritos de desagrado y de placer de Emma tuvieron por efecto reforzar los apetitos de la morena. A continuación, la boca de Regina se hizo más traviesa entre los rizos rubios que recubrían parcialmente el sexo de Emma, descendiendo peligrosamente hacia fuentes de satisfacción más cuidadas. La lengua jugueteó con el clítoris, hinchado de placer, dejando a Emma muda, ya que ese contacto buscado estaba a punto de hacerla explotar de felicidad, después, pícara, se perdió en los meandros de caricias expertas antes de regresar rápidamente a su punto de partida. Regina estaba perdida en su exploración, el gusto de Emma, el olor de Emma, sus gritos...Todo se encadenaba en su cabeza de forma devastadora. Sin cuestionamientos, ella amaba eso, amaba lo que le estaba prodigando y se aplicaba en volver a la mujer que deseaba loca ante nuevos goces. Ella quería llevarla al máximo de su placer, y agradeció por haber hecho insonorizar las habitaciones, pues Emma le hacía saber, a veces de forma muy explícita, que, para una novata que era, se las apañaba muy bien. Ella misma estaba muy excitada, el menor roce o contacto habría podido hacerla partir inmediatamente al abismo profundo del gozo, pero se controlaba y se contenía, ella quería satisfacer totalmente a Emma antes de permitirse cualquier cosa a ella misma. Su lengua se afanó cada vez más en los sabores dulces-salados de su sheriff rubia, totalmente bajo su dominación. Se detuvo de pronto y le dedicó una malvada sonrisa a Emma

Turbio pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora