Elemento nuevo

1.8K 163 7
                                    


Emma suspiró dulcemente y miró a Regina que seguía llorando. Nunca había sido buena consolando según creía, ya había olvidado las veces que había sido ella quien consolaba a los niños que aparecían en las familias de acogida. No sabía cuáles eran las palabras apropiadas, así que confiaba en su instinto en esos momentos. Regina no era un niño golpeado, ni siquiera un adolescente perdido en una calle oscura, era otra forma de angustia que no estaba a años luz de la que podría haber conocido Emma. Así que, estrechó sus brazos alrededor de Regina y no dijo absolutamente nada, de todas maneras, frente a todo eso... El sueño era casi lo preferible. Regina se dejó hacer y se acurrucó en ella también en silencio. Emma había cogido una caja de pañuelos de alguna parte y durante la noche, enjugaba las lágrimas en las mejillas de la otra mujer, que al final acabó por hacerlo ella misma.

La cabeza de Regina palpitaba, pensaba que había elegido bien a su confidente, por lo que se veía no era como Hopper que siempre buscaba palabras para hacerla reaccionar, Emma simplemente la dejaba que sacara fuera toda esa historia, pero ella no hacía nada. Regina sabía que revelando todo eso sobre Leopold, definitivamente había pulverizado la buena imagen de ese padre poderoso y generoso que todo el mundo tenía de él en Storybrooke, sobre todo su hija Mary-Margareth, pero para Emma la canción sería totalmente diferente. Secretamente, Regina siempre había soñado con tener un aliado que supiera que Leopold no era lo que dejaba ver. Belle y Hopper lo sabían, por supuesto, pero nunca tomarían parte...Ella lo sabía. Alguien que no viera solamente la zorra en la que se había convertido, sino que viera más allá de la superficie que ella mostraba. Una imagen tranquilizadora de alguien a quien no se hiriera sin herirse mortalmente. Regina había aprendido a detestar sobre todas las cosas su debilidad al creer que se la perdonaría y que su madre estaría del lado de los valores morales y no materiales. Emma ahora conocía su otra cara, la de cinco largos años, y ella estaba asustada por haber dado tanto poder sobre sí misma a la joven rubia que la sostenía en sus brazos.

Cuestionó el silencio por una última vez, al acecho de un ataque invisible, de un siniestro giro de la situación en el que Emma se marchara dando un portazo, abandonándola a su miserable suerte y a sus sombríos recuerdos. Pero nada sucedió, a no ser un beso en sus cabellos. Sintió el cuerpo de la sheriff relajarse y hundirse en el sueño. Regina se relajó con la respiración de su compañera de descanso y se pronto se dejó acunar por ella. Cerró los ojos y dejo que la oscuridad la acompañara.


Eran cerca de las cinco de la mañana cuando Emma sintió que el cuerpo que tenía a su lado se movía y se levantaba precipitadamente. Regina se dirigió hacia el cuarto de baño de la planta de abajo, que nunca había sido usado. Ella se levantó y siguió en la semi penumbra los ruidos que hacía Regina. Encontró a la morena inclinada sobre el WC echando fuera la excesiva cantidad de alcohol ingerida.

Emma se acercó por detrás y le sostuvo los cabellos, mientras que Regina emitía un gruñido entre desaprobación y reconocimiento. La rubia buscó una manopla de baño en el armarito y la pasó por el agua fría antes de tendérsela a la otra mujer que limpió sus labios.

«¿Mejor?» preguntó Emma con la voz aún medio adormilada

«Mejor, no sé, me gustaría tener un estómago como el suyo que digiere cualquier cosa»

«Hey...» refunfuñó Emma con los ojos pegados por el sueño

«Mmmm, vayamos a acostarnos otra vez...»

«Sí, buena idea...»

La rubia abrió la puerta y se sintió un poco perdida en la casa medio oscura.

«Arriba, Swan» gruñó medio cansada, medio enferma la morena

«Ya, ya...»

Regina tomó la mano de Emma que parecía no saber encontrar el camino, medio adormilada y grogui por el alcohol. Subieron las escaleras, Regina abrió la puerta de su habitación aún seguida por Emma. La alcaldesa sintió de nuevo su estómago en la boca, y corrió al cuarto de baño. Esta vez, Emma no la siguió y aprovechó para echarse agua en la cara. Apagó la luz y constató que la rubia se había aposentado en su cama, en vez de irse a su habitación a dos pasos de la suya.

Turbio pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora