Perjuicio

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La palabra "locura" daba vueltas en su cabeza, y cuanto más se concentraba, más un nombre le venía a ella. Cora Mills. Cora había hecho algo a su hija, Cora sabía todo sobre su madre, Cora conocía su relación y sin duda había hecho de todo para arruinarla. La respuesta era evidente, la única persona que podía darle miedo a Regina, la única que podía amenazar su felicidad y que tenía interés en hacerlo era Cora. Emma cerró el puño, esta vez sabía exactamente lo que hacer. Una única persona había podida seguirlas y hurgar en sus vidas en Point Creek, un peón fácil de manipular y alguien que, sin duda, también tenía sus razones. Emma supo que su deducción era correcta y ahora mismo se imponía hacerle una visita a esa serpiente de Sidney.

Cuando detuvo bruscamente su escarabajo amarillo frente al pseudo periódico de Storybrooke, Emma dio un gran respiro antes de lanzarse al despacho de aquel al que calificaba como "víbora". El hombre se sobresaltó e intentó poner una falsa sonrisa. La rubia no se tomó tantas molestias, saltándole al hombre al cuello y apretándolo firmemente.

«Explícame, imbécil, qué has estado tramando exactamente con Cora Mills»

Su voz era fría y la placa de sheriff aún trabada en su pantalón parecía en ese momento no existir.

«Mmmm...Yo...mal...me ahoga...No sé...de qué habla...sheriff»

«Tómame por una idiota, Glass, y lo vas a lamentar amargamente, usas métodos asquerosos, Regina me ha dicho lo de las películas, fuiste tú quien las encontraste, así que dime a quién más se las entregaste»

«Yo no...tengo nada que decirle» dijo el hombre, casi poniéndose violeta.

«Nada que decirme...» dijo Emma soltando el agarre, y soltando una oscura carcajada «Escúchame bien, crápula, o me dices exactamente lo que has hecho, o te meto en chirona...Y como yo sé tratar a la basura como tú, voy a usar tus métodos de mierda, meteré en tu pc imágenes prohibidas, ya sabes, esas que hacen que te enchironen de por vida... ¿Preciso más? Sí, voy a ser más clara, ¿te imaginas, a ti que te gustan las películas, lo que yo podría descargar? Esas con adolescentes»

«No haría eso» soltó él masajeándose la garganta

«¿Apostamos? No tengo nada que perder, acabas de joderme la vida, mi hijo tiene el corazón roto por culpa de tus tejemanejes y la mujer que amo se ha vuelto loca, así que escúchame bien, te doy diez minutos para que confieses o si no, créeme que lo vas a pasar mal. Sobre todo cuando la gente...se entere»

«Yo...» empezó el hombre tosiendo «Yo, sí, entregué las películas a Cora Mills...Y le saque a usted fotos con Regina»

«¿Por qué?» cuestionó Emma

«Yo...pensaba que podría tener mi oportunidad con Regina y...»

Emma lo miró, asombrada, después fue presa de una risa nerviosa

«Ay, pobre imbécil, te has dado un buen golpe, ella pasa de los tíos...y sobre todo de los de tu especie. Eres mucho más cretino que peligroso...»

«¡No le consiento!» dijo el hombre intentando mantener el orgullo

«Ok, no te muevas del pueblo, si no, me las apañaré para localizarte. Y no llames a Cora Mills, porque si no, volveré a ocuparme especialmente de tu caso»

Sidney tragó saliva con dificultad. Emma no tenía aspecto de bromear. Ella se dirigió hacia la fotocopiadora del periódico y sacó una decena de fotocopias de las cartas de Cora y Leopold, que no habían dejado el bolsillo interior de su chaqueta desde hacía varios días.

A continuación, Emma cerró violentamente la puerta del establecimiento, sabía a quién tenía que ver y rápidamente. Por segunda vez, la rubia arrancó velozmente, tomando la dirección de Portland. Hizo una parada en casa de su hermana donde dejó, sobre la mesa de la cocina, los originales de las cartas.

Turbio pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora