Capítulo 1-. Intruso

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Jimin despertó temprano con una fría mañana, las frazadas tibias por su calor corporal le llamaban para que no las dejase de abrazar pues estaban a su medida exacta, ni tan congeladas ni tan calientes.

Su voluntad y esfuerzo ganó, hasta que al fin se sienta a la orilla de la cama un poco encorvado a causa del cansancio. Recién hoy ingresaba a la escuela de artes por lo que sus ánimos se subieron al instante, pensando que sería el día perfecto.

Restregó sus pequeños ojos con la manga del brazo derecho, pero lo único que consiguió fue que le diese más sueño. Tomando el celular y asegurándose que era muy temprano, hundió de nuevo su generoso cuerpo en la cama pero no sin antes programar la alarma a una hora considerable, él sabía que no se despertaría a la primera.

Apenas cerró los ojos, como un parpadeo la jodida alarma retumbó en sus oídos, era la típica melodía que hacía despertar a casi todo el mundo un lunes por la mañana.

El pelinaranja sintió unas inmensas ganas de tirar el celular a la pared, no era posible que un sonido lo haya puesto de malas.

Se quejó entre dientes y repitió las mismas acciones pero esta vez, adentrándose al baño para ducharse. El agua estaba a su punto y comenzaba a disfrutarlo, pasó los dedos por su sedoso cabello pelinaranja revolviendo el shampoo con acondicionador, le encantaba el olor a frutillas que ésta le impregnaba.

Jimin salió con una toalla envuelta alrededor de la cintura y cogió la ropa tendida que ordenó un día antes, exactamente por la noche dejándolo en perfectas condiciones en el closet.

Usualmente su organización salía a la perfección, si algo no salía debidamente bien no se encontraba a gusto, siempre le echaba la culpa a su complejo un poco perfeccionista que inundaba a su persona hasta por la más insignificante cosa.

Jimin se sintió cómodo al ver las prendas, era algo sencillo. Pantalones de mezclilla color azul cielo un poco rasgados de la rodilla que hacían resaltar sus marcados muslos y una camisa negra que le hacía sentir más delgado, zapatillas negras en combinación y listo.

Iba a emprender paso a un ritmo campante hacia la cocina cuando unas gotas se hacieron presentes en la ventanilla de la habitación.

El pelinaranja se detuvo de golpe suspirando pesadamente tratando de calmarse para su bien y su poca tolerancia. Tenía la esperanza de que esta pase, alzó la cabeza pidiendo en dirección al cielo que se detuviera y que salga el reluciente sol, pero todo eso fueron ilusiones suyas. Las gotas se hicieron mas gordas y el fuerte viento hacia mecer los arboles de izquierda a derecha.

Estaba frustrado consigo mismo, se suponía que hoy sería el mejor día de su vida. Había viajado desde Busan con el pensamiento que todo sería perfecto, el clima con la temperatura ni fría, ni caliente.

Pero todo se vio arruinado con el frío de la mañana que parecía de invierno y con la lluvia torrencial que no cesaba.

Con ironía sonrió y se resignó, no todo estaba completamente perdido, sólo era un día, no toda la semana. Con el plan aún presente en su ajetreada mente fue hacia la cocina, quería calmarse lo más posible. Sacó leche de la nevera y cogió la caja de cereal con hojuelas hechas con miel de la encimera.

Moviendo sus pies nervioso, logró preparar su tazón con los ingredientes que todo desayuno necesitaba. Sus dientes masticaban el tan maravilloso cereal que desde pequeño amó, su temperamento había bajado considerablemente.

Llevando a su boca la casi cuarta cucharada de cereal unos rasguños se hicieron presentes en la puerta, fue un sonido extraño y Jimin por un momento se asusto.

Dio un pequeño brinco desde su lugar pensando en si ir y abrir o quedarse ahí, nervioso por los rasguños que no cesaban.

Trató de llevarse otra cucharada de cereal pero ese estorboso sonido le seguía molestando, dejó caer la cuchara en el tazón haciendo un sonido agudo y a duras penas se dirigió a la causa del no tan grato llamado.

Abrió la puerta y vaya confianza de la criatura que había entrado. Una pequeña bola de pelos blanca y mojada corrió hasta quedar en un rincón de la cocina.

¿Que carajos hacia un gato dentro del puñetero edificio? Nunca habían dejado entrar animales, pues decían que podían tirar y destrozar cosas además del mal olor que dejaban impregnado por el lugar.

Jimin estaba un poco perplejo hasta que reaccionó del trance pretendiendo acercarse al animal.

Quedó cara a cara con él, pudo distinguir su lindo pelaje blanco pegado a su piel por culpa de la lluvia. Sus ojos azules cristalinos que se encontraban asustados, sus orejas redondeadas cafés tirando a negro estaban hacia atrás del miedo. Su naricita café parecía la de un conejo examinando el olor del inquilino junto a su pequeña cola enrollada alrededor de su blanco torso le hacia ver adorable.

Con toda la confianza decidió tocarlo, se veía tan indefenso que no lo pensó dos veces, lo que no pensó fue el pequeño golpe por parte del gato que le pegó con su motita café de su pata a la par que se defendió con el sonido tan conocido de su boca tratando de decir que si Jimin se acercaba un centímetro más, de un jalón le quitaba la mano sin piedad.

Con ojos asustados el felino se enrolló una vez más y el pelinaranja quedó ahí sin posibilidad de tocarlo. Aún siendo arisco se veía jodidamente adorable.

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Fanfic resubida porque , para los que no sepan, había mandado a borradores esta historia ya que no me había gustado del todo :(
En fin, esta vez quiero tener la meta de terminar este primer fic... Y sin más que decir, ¡Gracias por leer!

By: Abby

Arisco | Jikook | [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora