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Supongo que estuvo bien, pensó Adam recostado en su cama y observando al techo, Liv estuvo feliz, y eso era todo lo que deseaba.

La cena Navideña no había estado tan mal a pesar de la gran discusión con su madre y las miradas cargadas de odio entre él y su padre. Muchas veces estuvo al límite de perder los estribos y arruinarle la noche a su hermana, pero se contenía cuando la veía sonreír y disfrutar el hecho de que todos estuvieran juntos, así que sólo se dedicó a comer en silencio mientras imaginaba las miles de formas en que podría quitarles la vida a sus padres en ése instante.

Livvy ignoraba las grandes diferencias que habían entre sus padres y él, sin embargo, pensaba que era mejor para ella no enterarse de los problemas. De esa forma seguiría viviendo en un "cuento de hadas" donde todo era feliz y la maldad y el odio eran inexistentes. Aunque Adam sabía que él mismo estaba hecho de ello.

Apenas eran como las ocho de la noche cuando Livvy ya se encontraba descansando tranquilamente en su habitación abrazada de su muñeca hecha por él. La observó de pie desde el marco de la puerta; era hermosa, y no pensaba eso por ser su hermana, sino porque ella realmente lo era. Sus cabellos dorados parecían hebras de oro del hilo más fino, sus ojos eran tan oscuros como los de él, pero la diferencia estaba en que ella reflejaba la vida y el amor, mientras que en Adam sólo había odio e indiferencia. En ése instante un sentimiento de culpa, odio y tristeza lo invadió. Si no fuera por él, tal vez Liv podría ver cuán hermosa era, podría apreciarse y amarse como él lo hacía. Pero no podía. Y todo era su maldita culpa.

—Perdóname, Livvy... Perdóname —dijo en un susurro casi inaudible donde el dolor era evidente en su voz.

Inmediatamente salió de su casa para caminar en las oscuras calles de Canadá, pensando en lo que había hecho mientras se lamentaba una y otra vez.

La pequeña Liv podría ser ciega, pero había desarrollado otros sentidos, como el oído. Y sin abrir los ojos, respondió:

—Ya lo hice, hermano —fue lo último que dijo antes de volver a quedar sumida en un profundo sueño.


~~~~~~*~~~~~~


—Hey, Reachell —habló Zarek un tanto inseguro abriendo la puerta de la habitación de la chica.

La castaña alzó la mirada de su libreta para ponerla en los ojos de él. Lo observó serena durante unos segundos esperando a que dijera lo que había venido a decir. Zarek se acercó sonriendo tímidamente.

—Quería preguntarte... Bueno, más bien quiero preguntarte, si quieres acompañarme a comprar algunas cosas.

—¿Me estás invitando a salir? —Preguntó ocultando su sorpresa, ya que siempre tuvo en mente que ella no era la clase de persona con quien alguien querría salir... Excepto por Dean, claro.

—No, no, no —se apresuró a contestar—. Bueno, no exactamente, yo sólo quería invitarte a sa... Bien, sí, creo que sí te estoy invitando a salir, pero no en una forma de "cita" como si fuéramos novios, sino más bien como una salida de hermanos. Me entiendes, ¿cierto?

A Reachell le resultó cómico el comportamiento de su hermano, sin embargo, no fue suficiente para hacerla sonreír.

—Sí —respondió tranquilamente—. No eran necesarias tantas explicaciones.

—Sólo quería aclarar la intención, ya sabes, para que no malinterpretaras. Además, sería un poco... ¿desagradable? (No sé cómo describirlo) Si fuésemos a salir como novios, ya que somos medios hermanos.

Adam [¡DISPONIBLE EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora