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Los rayos del Sol chocaron contra el plácido rostro de Reachell quien yacía acostada sobre la tumba de Leyla. Se incorporó, y al hacerlo sintió un fuerte dolor en la espalda y parte del hombro derecho, que era donde se había recargado para dormir. Cuando estuvo de pie sacudió la tierra y las hojas secas que se habían quedado impregnadas en su ropa.

La conversación de ayer con Adam la tenía aún desconcertada, enfadada y dolida. Durante la noche había pensado si era bueno saber que tenía una hermana que fue asesinada por la misma persona responsable de su pérdida de memoria. Seguía negándose ante la idea de admitir que estaba desecha por la muerte de Leyla, le parecía hipócrita sentir pena por alguien a quien no recordaba ni siquiera su rostro.

A pesar de haber pasado ya varias horas desde su última conversación con Adam, ella todavía tenía presente la mirada de miedo, sorpresa y enojo que le lanzó al escucharla decir aquella palabra de dos letras.

—No tienes la menor idea de lo que dices, Reachell.

Ésa fue su respuesta, de un modo cortante y frío. Y amenazador.

Reachell no le dijo nada más, pero aunque hubiera querido hacerlo, Adam no le habría dado oportunidad porque de inmediato salió de ahí a grandes zancadas.

La misma noche en que sus padres le contaron la verdad y salió en busca de Adam, fue la misma noche en que ella supo que él había sido el responsable de la muerte de Leyla y de su pérdida de memoria. En el trayecto a la casa de él, no dejaba de darle vueltas al asunto sobre todo lo que acababa de escuchar, y fue entonces cuando se dio cuenta que aquel deja vú que sintió cuando lo vio por primera vez, no era su imaginación. Ella lo conocía. O cuando lo vio en el teatro admirando el cuadro en honor a Leyla, no era sólo "porque sí", él no era esa clase de chico, así que estaba segura que había algún tipo de relación para que se encontrara él ahí; y por último, una de las razones más obvias, es que era un homicida. No podría ser más sencillo adivinarlo. Además, fue él quien supo su nombre antes siquiera que ella supiera de su existencia, y era porque la conocía.

Cuando estaba a punto de irse a cualquier otro lugar exceptuando su casa, escuchó un crujido cerca de ahí, como si alguien estuviese observándola en algún lado. Se detuvo en seco y recorrió con la mirada todo a su alrededor buscando lo que había producido aquel chasquido, pero no vio nada. Nuevamente retomó su camino.

El crujido de ramas y hojas secas volvió a producirse. Se detuvo, ésta vez escuchando con suficiente claridad para estar segura que no era su imaginación.

—¿Adam? —Dijo confundida al imaginar que él se ocultaba de ella. Algo que era imposible y demasiado extraño.

El silencio fue su única respuesta.

No hubo más ruido, no vio a ningún animal o persona en los alrededores aunque haya observado todo el lugar varias veces.

Por tercera vez, el intento de irse del cementerio le fue interrumpido cuando escuchó una voz y no un crujido de ramas romperse. Lo más extraño era que ni siquiera conocía la voz.

—Creí que también desayunarías aquí —dijo una voz seca y rasposa.

Reachell volteó al instante sin demostrar miedo o confusión, sólo se quedó ahí observando a aquel chico de alta complexión. Lo estudió con la mirada pero no le resultaba en lo más mínimo conocido, de haberlo visto antes sin duda lo recordaría con tanta claridad. El chico parecía mucho mayor que ella y no pensaba eso por la altura, sino por su rostro un tanto descuidado. Tenía el labio inferior partido donde cruzaba una larga cicatriz hasta su ojo derecho que era cubierto por un parche negro, provocando que la pupila azul de su ojo izquierdo resaltara aún más. La forma de vestir no era más que unos jeans y un largo abrigo color café que le llegaba un poco más arriba de las rodillas. En sus bolsillos él tenía metidas sus manos.

Adam [¡DISPONIBLE EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora