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Esto no debería estar pasando. Dante está muerto. Lo vi. Le lloré a su cadáver.

Adam no paraba de repetir ésa idea en su mente. El hecho de que su mejor y único amigo estuviera vivo, cuando él mismo vio su cuerpo hecho pedazos, simplemente era imposible de creer.

Sus músculos estaban tensos, sus pensamientos eran un caos, el corazón le palpitaba de prisa y la preocupación y el odio le recorría las venas. No prestaba atención a las palabras de Reachell que se encontraba frente a él de pie, mirándolo. Su voz era distante, como un eco distorsionado.

—... Pero en caso de que se encuentre ahí, tendremos que entrar los dos. ¿Estás de acuerdo?

—Ah, sí. Me parece bien —respondió volviendo a la realidad. No había escuchado absolutamente nada de lo que Reachell dijo, pero no se atrevió a pedirle que lo repitiera.

—¿En serio? Porque creí que la parte donde posiblemente Liv salga herida, no te agradaría.

Adam abrió los ojos como platos levantándose de un brinco del sofá.

—¿Qué dices? Yo no... Livvy no...

—No escuchaste nada de lo que dije, ¿cierto? —interrumpió cruzándose de brazos— Necesito que te concentres, chico imbécil. Olvida por un momento que Scott, no es Scott. Apacigua tu ira y busca soluciones. Quieres rescatar a tu hermana, ¿no es así? Entonces esfuérzate, porque tu hermana no es la única a la que tengo que salvar.

—Vaya, ¿ahora eres súper-Reachell? —preguntó sarcástico.

—Si lo fuera, ya te hubiera asesinado con mi visión calorífica.

—Como sea —dijo volteándose molesto a otro lado—. ¿Me explicarás el plan?

—No repito dos veces las cosas.

—¿Y cómo sabré qué hacer?

Reachell se dirigió a la puerta de la casa de Adam ignorando su pregunta. Antes de cruzarla se giró a verlo lanzándole una mirada que indicaba, posiblemente, la muerte.

—Trae cuchillos, los necesitarás. Y también un arma, en caso de que la tengas.

Adam no tenía la menor idea de lo que Reachell iba a hacer, pero aun así consiguió lo que le había pedido.

No confió en ella una vez, y las consecuencias fueron fatales para ambos. Ésta vez no cometería el mismo error. Sabía que era inteligente, e incluso más astuta que él. O que Dante, posiblemente.

Adam era de esa clase de chicos que odiaba pedir ayuda, e incluso que se la brindaran. Pero con Reachell era diferente y no entendía el por qué. Tal vez porque se trataba de su hermana y por ende necesitaba su ayuda. O la necesitaba a ella. De ser así, le resultaba desagradable. No quería necesitar a nadie, quería serle fiel por siempre a Leyla. Pero... ¿podría serle fiel a alguien que ya está muerto? ¿Cometería algún tipo de engaño? Si la persona de la que se enamoró está muerta, ¿las promesas morirían junto con ella?

Mi consejo para ti, mi buen amigo Adam, es que destruyas lo que te cause dolor. El engañar a Leyla te causa dolor. ¿Y de quien es la culpa? De Reachell. Destruye a Reachell y dejarás de sufrir.

Una retorcida y ronca voz sonó en su cabeza tan clara como si alguien se las hubiera susurrado.

Observó a Reachell, quien iba caminando a su lado sin darse cuenta de lo que él acababa de escuchar. Lucía débil y cansada, con una actitud lo suficientemente fuerte para opacar su aspecto físico.

¿Podría asesinarla? Estaba ayudándolo a salvar su hermana poniendo en riesgo su propia vida... O más bien, él la estaba ayudando. Porque si era sincero consigo mismo, Reachell era de las chicas que podía escapar de una torre y matar al dragón sin esperar que un caballero lo hiciera por ella; de las que podía curar sus heridas en lugar de llorar por ellas; o de las que no sueñan con un príncipe azul para ser feliz, sino de las que no se puede saber con lo que sueña.

Adam [¡DISPONIBLE EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora