Capítulo 1. En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso.

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No sabía muy bien como, pero había conseguido meter todas sus posesiones imprescindibles en esa pequeña bolsa para viajes que nunca había hecho. Nunca antes se había visto en la tesitura de tener que preparar su propia maleta, más aun, nunca había tenido que escoger su propia ropa.

Soo Ho suspiró frustrado. Estaba en medio del dilema sobre dejar atrás su jarrón de cerámica manchú para dejar algo de espacio a la ropa que tenía que ponerse. La ropa está sobrevalorada, pensó. Tampoco había chicas a las que impresionar ahí.

Se mordió el labio, dudando. Sacó su jarrón de cerámica y puso en su lugar un mantel bordado de Tailandia. Ah, esto sí que será útil.

Sin previo aviso, habían anunciado que todos los jóvenes seleccionados para conformar Hwarang, una élite de caballeros que trabajan para la reina, debían abandonar sus casas de inmediato y acomodarse en las estancias asignadas.

Se estremeció al recordar que tendría que convivir con Ryuki- no, se detuvo, no merece que lo llame así. Ban Ryu era un maldito idiota arrogante que solo sabía darle quebraderos de cabeza, parecía que todo suelo que pisaba era suyo, para él hasta la reina era vulgar. Apretó los puños al recordar lo gilipollas que había sido con ese pobre joven en la posada hace unos días. Además, irá de ligón pero no me llega ni la suela de los zapatos en cuento a las chicas se refiere. Soo Ho observó su reflejo en el pequeño estanque del patio, veía a un joven atractivo de labios gruesos y ojos grandes que captivarían a cualquier joven.

Ni a la suela de los zapatos.


Las puertas de Hwarang cerraban a la puesta de sol y la gran mayoría de los jóvenes habían llegado, estaban a sus puertas despidiéndose de sus familiares. Con él se encontraban algunos de sus amigos y su hermana pequeña que sonreía de oreja a oreja al verse rodeada de tantos jóvenes atractivos. Además, había un grupo de muchachas observándolos de soslayo, lamentando el encierro temporal de jóvenes tan atractivos.

Especialmente el mío. Miró en su dirección y les guiñó un ojo. Casi al instante se escuchó un suspiro colectivo. Más de una conocía a Soo Ho... en profundad, pero ninguna parecía ganar el trono de su corazón. Él tampoco tenía ninguna intención de dárselo a nadie.

Observó que Han Sung no paraba de otear en el horizonte buscando a alguien. Buscando a su hermano. Soo Ho entrecerró los ojos molesto, sabía de sobra de no iba a ir a despedirlo y aun así mantenía la esperanza. Su amigo era muy dulce, pero era también muy inocente.

A su lado también estaban Byung Yeon y Yoon sung, sus amigos inseparables, y el joven Yeo Wool, que recientemente había vuelto a la ciudad, era sin duda un chico peculiar

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A su lado también estaban Byung Yeon y Yoon sung, sus amigos inseparables, y el joven Yeo Wool, que recientemente había vuelto a la ciudad, era sin duda un chico peculiar. Parecía una muñeca, más guapo que una mujer, e increíblemente astuto. Y sobre todo, parecía divertirse mucho con Soo Ho. Bueno, quien no podría adorarme.

― ¡Ah!― exclamó Han Sung, señalando a algún punto detrás de Soo Ho. El grupo entero se tornó para inspeccionar a uno de los últimos miembros en llegar.

Soo Ho apretó los puños. No era otro que el hermoso Ban Ryu, seguido de su comitiva de perritos falderos. Los reflejos del atardecer coloreaban el cielo y el joven parecía un príncipe, caminaba con gracia y soberbia. Era difícil apartar la vista, y Soo Ho se sintió aun más humillado, había caído bajo su hechizo. Él era mejor que Ban Ryu. Soltó un bufido lo suficientemente fuerte para que el otro lo escuchase.

Ban Ryu lo atravesó con la mirada y sonrió con sorna.

― Vaya, pensaba que esto sería aburrido pero tenemos al colmo de la infantilidad aquí para entretenerme

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― Vaya, pensaba que esto sería aburrido pero tenemos al colmo de la infantilidad aquí para entretenerme. ¿Qué tal? ¿Has podido superar no traer tus vasijas de oro? ¿Seguro que no vas a lloriquear por las noches? Podemos llamar a tu mamá.― sus compañeros estallaron en carcajadas y Soo Ho se puso rojo de la furia.

― ¡¿Perdona?! Tú y yo en un combate, a ver si repites eso― se acercó a Ban Ryu furioso, alzando el pecho. Sus amigos se abalanzaron para detenerlo.

Él se limitó a alzar una ceja, incrédulo.

― Cuando quieras, niñito.― se acercó aun más a Soo Ho, hasta tenerlo a unos centímetros de su rostro. La tensión se podía cortar con un cuchillo y había un silencio imperturbable. Ambos se miraban con el ceño fruncido, a punto de saltar sobre el otro.

Se escucharon unos pasos acercándose.

― ¿Qué está pasando aquí?― inquirió una voz femenina.

Esta voz provenía de Hae Soo, la hija de un rico mercader. Era de tez blanca, con labios rojos carmesí y un pelo negro como el azabache. Poseía una belleza extraordinaria. Pero ante todo, era la mejor amiga de Soo Ho desde la infancia, y hay cosas que nunca cambian.

Mierda.

― Hae Soo... ― se apartó rápidamente de Ban Ryu y sonrió con inocencia― ¿qué haces p-

Ella se abalanzó sobre su amigo y lo agarró de la oreja. Este gimió, mientras intentaba zafarse de ella. Esto solo sirvió para que ella apretase con más fuerza, envolvió su brazo alrededor del cuello de Soo Ho y lo sujetó.

― ¿Se puede saber que haces saltando por cada tontería que te digan? Parece que no sabes nada― gruñó ella. Luego alzó los ojos, escrutó con la mirada a Ban Ryu por un breve instante pero al instante se giró para observar recriminatoriamente a los presentes― ¿Y vosotros que sois? Nada más que una panda de machitos hormonados, a ver si os comportáis como adultos. No hace falta competir por quien es más niño, todos lo sois.

Finalmente, liberó a Soo Ho, este se escabulló aliviado mientras se daba breves golpecitos en el cuello para aliviar el dolor. Todos los hombres en la plaza se quedaron en silencio, avergonzados. La muchedumbre se disolvió y cada grupo volvió a sus asuntos.

― Perdona, Hae Soo, sabes como me molesta ese idiota.― murmuró Soo Ho, hizo una mueca. Sabía que reaccionaba de manera exagerada, pero no podía evitarlo.― Lo odio.

Ello lo miró con el ceño fruncido.

― Permíteme que lo dude. No creo que puedas llegar a odiarlo nunca― suspiró. Volvió a mirar de reojo a Ban Ryu, esta vez con tristeza.― Ni yo puedo odiarlo.

El apretó los labios.

― Lo odio. Estoy seguro.― asintió con firmeza.

Estás mejorando en mentir, pensó ella, pero sigues sin ser tan buen mentiroso como Ban Ryu.


Nota: ¡HOLA! Este es un fanfic inspirado en la serie Hwarang, pero solo el concepto, voy a seguir mi propio desarrollo en todos lo sentidos ;) ¡Dadle una oportunidad y gracias por estar leyendo ésto.  Intentaré actualizar lo máximo posible.  Disfrutad~ 

HWARANG: Una historia de caballeros y floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora