Capítulo III

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Me desperté ligeramente temprano, notando que estaba solo en la cama, y que seguro Frank llevaba horas fuera de ésta, porque su lado estaba frío.

Me asusté demasiado, por lo que me puse lo primero que encontré y salí de la habitación, corriendo hasta llegar a esa habitación, como si supiera que ahí encontraría a mi adorable esposo.

Estuve a punto de abrir la puerta, cuando escuche la risita de Frankie haciendo eco; seguro él estaba preparando desayuno en la cocina y yo estaba aquí, con un extraño miedo a que la historia volviera a repetirse, como con mi Isabel.

Sin prestar más atención a mis tontos pensamientos, baje a la enorme cocina, en donde me encontré a mi esposo platicando y riendo con Alicia, mientras los dos hacían el desayuno.

Por supuesto que no pude prestarle más atención a Alicia cuando me di cuenta que Frank solo traía puesto un bóxer y una camisa mía que apenas y cubría sus muslos.


-Buenos días-salude de inmediato, antes de que notaran que estaba ahí y mi mirada no se despegaba de las piernas de mi esposo.

-Oh, buenos días-respondió Alicia, con una sonrisa de lado.

-Gee, debemos ir al pueblo a comprar comida porque lo único que hay en la cocina es lo que Alicia y Mikey trajeron para desayunar.

-Oh, ¿y se puede saber qué hay?-pregunte, llegando hasta él y abrazándolo por la espalda, para dejar un besito en su cuello.

-Hot Cakes-me respondió Alicia, encogiéndose de hombros y sonriendo un poco más-. A los niños les encanta.

-Así que Lucie pidió Hot Cakes-me reí un poco, tomando un cubito de manzana que estaba cortando Frankie, y metiéndolo a mi boca.

-En realidad con niños me refería a tu esposo-se burlo Alicia.


Frank se paralizó por unos segundos, frunciendo el ceño y mirando Alicia con una mirada molesta, mientras que yo solo pude reír un poco y abrazar a Frank con más fuerza, para que este no se escapara de mis brazos.

Supongo que Alicia no lo decía con malicia, o tal vez un poco, porque extrañamente ella y mi esposo se llevaban muy bien, cosa que Mikey aprovechaba para burlarse con su: "Qué bueno que nuestras esposas se llevan bien".

Cuando escuché que Lucie bajaba gritando un poco, decidí soltar a Frank e ir a ver a mi hermano-que estaba en la sala-, para ver qué rayos le sucedía a su hija. Nunca fui muy fan de ser padre y esas cosas.


-Te digo que no, Lucie-la regaño Mikey, mientras la niña hacía un puchero y fruncía el ceño.

- ¿Qué sucede, Mikey?-cuestione, sin muchos ánimos para tranquilizar al pequeño demonio.

-Lucie no quiere irse a bañar e insiste en ir a jugar afuera con no-sé-quien-respondió, mirando a la niña reprobatoriamente-. Y no ha desayunado, además ayer llegamos en la tarde y la dejamos que jugara un rato en los jardines con la hija de un jardinero, pero cuando regreso toda su ropa estaba llena de lodo.

- ¡Es que estábamos arrancando florecitas para tío Frankie!-grito la niña, con otro puchero.


Rodé los ojos.

Sé que a mi edad ya debía haber superado un poco los celos, y lo he hecho con casi todos, menos con este demonio. La pequeña Lucie es una manipuladora de lo peor, además que tiene un extraño tipo de enamoramiento hacia mi esposo, y este convencido de que la niña es un amor le revuelve el cabello, le pellizca las mejillas, le compra dulces y le besa la frente. Es un jodido demonio en piel de cordero.

Isabel  | Frerard |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora