Capítulo VIII

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No fue fácil que me tranquilizara.

Después del shock inicial que me provoco aquella noticia sobre Frank, una enfermera intentó doparme con morfina, a lo cual por supuesto me negué entre gritos. Linda decidió mantenerse fuera del problema, y cuando la enfermera terminó llamando a seguridad Debbie tuvo que sacarme de ahí a rastras, pidiendo que me calmara.

Terminamos en mi mansión, Debbie llevaba el auto e insistió que debía dormir y que ella se quedaría conmigo toda la noche para que a primera hora fuéramos a ver a Frank al hospital.

Cabe decir que aquella noche no pude ni cerrar los ojos, me mantuve recostado en la cama que compartía con Frank, observando a Debbie, que se encontraba dormida sobre una silla mecedora que Gina y Vince habían traído para ella. Sin embargo lo que en realidad me dedique a mirar fue la silueta femenina que se encontraba recargada sobre la silla mecedora de Debbie, la silueta de Isabel.

Ella solo estaba ahí, mirándome atentamente con su bello rostro sin expresión alguna.


—Siento tus ojos sobre mí—avisó Debbie con voz adormilada, sacándome de mis pensamientos.

— ¿Podemos ir a ver a Frank? —cuestione, ignorando su comentario anterior y sin despegar mi mirada de los ojos de Isabel.


Debbie gruñó ligeramente y se levantó de la mecedora, estirándose con fuerza y en su movimiento haciendo desaparecer el delirio de Isabel a su espalda. Me lamenté no haber podido dormir y también me levante, sintiendo un terrible mareo que supe ocultar a tiempo de los ojos de mi cuñada.


—Ellos creen que yo lo hice—inicie, tomando por sorpresa a Debbie—, todos lo creen, hasta tú.

—Frank nunca se haría daño—fue la única respuesta que escuche de su parte.


Ninguno dijo nada más, y en un silencio por demás incómodo abandonamos la mansión y subimos hasta mi auto, el cual tuve que manejar hasta el hospital en el que Frank se encontraba.

Para mi fortuna, cuando llegamos el doctor estaba preparado para otorgarle el alta a Frank, debido a que el hospital era pequeño, necesitaban camillas y Frank parecía haber salido de su demencia en un segundo, pudiendo regresar a casa de inmediato. Linda firmó y de inmediato vimos salir a Frank en una silla de ruedas, completamente bien.


— ¡Gee! —grito mi pequeño esposo, sonriendo de manera radiante y totalmente sano a simple vista.

—Demonios, Frankie, casi me muero sin ti—dramaticé, llegando hasta la silla de ruedas y besando su frente con cariño.


Frank rio con dulzura mientras Linda y Debbie nos miraban con atención, al igual que el doctor y una enfermera. Supuse que no parecía el típico esposo que saluda a su pareja después de darle algún tipo de paliza que lo hizo terminar en el hospital. Pero en mi defensa yo no le tocaría un pelo a Frank para lastimarlo, y ellos no me creían.

Salir del hospital fue más fácil de lo que creí, la silla de ruedas fue a parar al maletero y el cuerpo de Frank al asiento de copiloto, mientras Linda y Debbie se montaron en los asientos traseros del auto.


—Lamento haber hecho que vinieran desde tan lejos—me disculpe, dejando que mi cabeza quedara sobre el volante—. Sé que les fallé, prometí cuidar a Frank y no lo hice, lo lamento mucho...—finalmente me solté a llorar, temiendo que se llevaran a Frankie de mi lado.

Isabel  | Frerard |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora