Fallo

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Las mañanas en la casa de Nicolás siempre eran tranquilas, el hecho de vivir solo ayudaba a eso. Pero en esta ocasión, Nicolás deseó tener un cuerpo al que abrazar antes de levantarse por completo, una persona con la cuál pasar las mañanas y el resto del día, todos los días.

Y Nicolás sabía cuál era esa persona, pero se negaba al hecho de siquiera pensarlo. Jaime ya tenía que lidiar con su ceguera como para estar en una relación.

Con mucho sueño y poca auto determinación, Nicolás se deshizo de sus sábanas y caminó por el pasillo para llegar a la cocina.

Casi se le va el alma cuando de la nada apareció Edgar sentado en el sillón del salón, tomándose un café.

-¿Y tu que haces aquí?- Nicolás casi podía sentir el odio que irradiaba la mirada de su nuevo acompañante.

-Vine a darte una advertencia, y espero ser lo suficientemente claro para que lo entiendas.- Soltó un suspiro y luego miró directamente a Nicolás.- Aléjate del Jaime.

-¿Qué?, ¿Me estas pidiendo eso después de que me agradeciste por lo de la mañana?- Agarró su cabello con frustración y luego continuó.- ¿Quién mierda crees que soy? ¿Te recuerdo lo que le hice al Naiko? ¿Quieres que te lo haga a ti también?

-Tus amenazas no van a hacerme cambiar de opinión.- Dejó su café en la mesa de centro.- He tratado con muchos idiotas como tú, solo eres un imbécil que se cree superior por haber matado a un par de ángeles y que puede andar por el mundo humano cuando se le dé la regalada gana, ¿Pero sabes qué? Conmigo no funcionan esas mierdas baratas, así que o dejas tranquilo al Jaime, o te rompo la cara.

-¿Tu me vas a romper la cara?

Y en menos de un minuto, se estaban moliendo a golpes en la casa de Nicolás.

Solo bastaron unos minutos para que Edgar terminara casi inconsciente en el piso del comedor.

-No vuelvas a decirme que es lo que tengo que hacer, porque puedo terminar el trabajo que no terminé ahora.- Le escupió de la sangre que había ganado en la pelea.- Espero que la próxima vez que vengas, no sea para romper las pelotas.

Dicho esto, Nicolás tomó su chaqueta y salió de la casa, sabiendo que el Edgar se iba a tomar su tiempo para poder irse.

******

Caminar por la Gran Avenida no era uno de los mejores pasatiempos de Nicolás, había mucha gente, muchos autos y muchos locales de mierda, pero pese a todo esto, Nicolás seguía yendo hacía ese lugar, porque sentía que todo el alboroto que había ahí, representaba perfectamente su vida.

Estar todo el tiempo, caminando de un lugar a otro, le hacía pensar, y cuando pensaba, intentaba encontrar una forma de remediar toda la mierda que hizo con su vida.

Desperdició todas las oportunidades que le dieron. Pudo haber tenido una familia, pudo haber sido empresario, pudo haber tenido hasta un jodido perro si lo hubiese querido. Pero él no era así, sentía que por primera vez en su vida, quería hacer algo por sí mismo, por eso estaba en el mundo humano, para conseguir la única cosa que lograría por sí mismo.

Ángel (Jainico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora