Capítulo 20

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Miren la foto por favor, sería muy feliz. 👆👆👆

Su mágica sonrisa...

Lis pov

No podía estar más contenta. Todo era especial. Todo su afecto era para mí.
La pista era toda mía, y su corazón también. Creo que lo amo. O simplemente es mi protector.

Los recuerdos de aquel día me venían a la cabeza.

Estaba haciendo un salchow ( es un salto de patín) y cuando estaba por caer, una situación invadió mis pensamientos. Un recuerdo. Ese recuerdo. Mi padre gritándome.

Terminé desplomada es el suelo.

—¡Lis!— Chris venía hacia mi tratando de no caer por lo resbaladizo del hielo.— Ey, pequeñita...— tomó mi mejilla. No lo veía con claridad, pues mis ojos tenían un líquido particular dentro de ellos. Lágrimas.

Estoy bien.— Me senté en el congelado hielo.— Ya he tenido de estas caídas.— miré al hielo.

—Creí que eras mejor.— río.
Ya sabía lo que buscaba. Sonreí.

—Tu cállate.— hice una pausa.— Apuesto a que no llegas a deslizar ni una vuelta a la pista.— seguía con la sonrisa en mi rostro.

—¿Qué apostamos?— preguntó.

Lo pensé unos segundos.

—Lo que sea en lo que estés pensando será un no. Se hace tarde pequeña radiante, y mañana hay instituto.— parecía mi madre. Mi madre...

—Ohh.— le hice puchero.—Per...

—Que nos vamos.

—Esta bien jefe...

—Protector.— corrigió.— Tu protector.

—Suenas a protector solar.— reí a carcajadas.

—¡Ey! ¡Es lo que dijimos hace dos años!— rió también.

Me sorprendió que sepa que fue hace dos años. Creí que era la única loca obsesiva con gran memoria.

—¿Tan bien lo recuerdas?— ambos nos levantamos.

Me tomó las manos.

—Cómo si hubiese sido hace unos segundos.— me respondió. Y en sus ojos pude ver la sinceridad con la cual decía cada palabra.

Me lancé a su cálido pecho. Y nuevamente, todas esas preocupaciones se desvanecían. Algo ingresaba en mi. En mis venas, en mi sangre. Y de mis vasos conductores llegaba a mi corazón. Me sentía en una burbuja anti sufrimiento.

—Vamos...
Me quité los patines y partimos a mi casa. A mi casa...

Bien bonita...— estábamos en la calle, en la entrada de mi casa.— ya debo irme. Duerme bien.

—No dormiré bien sin tí.— dije casi sin voz. Miraba el suelo, aún sin poder ver por el agua. La primera lágrima cayó. Y la segunda también. La tercera, la cuarta, la quinta...

—Pero...

—¡Pero nada! ¡Te necesito conmigo!¡Para algo juraste protejerme!— seguramente mi rostro ya estaba todo rojo, y obviamente empapado. Sentía lo malo otra vez. Maldad, sufrimiento, navajas en mi alma. Estaba muy débil. Era, muy débil.

Posó su mano sobre mi hombro. Todo se desvaneció. Toda mi tristeza. Todo mi sufrimiento. Todo lo malo. 

—No entiendo como lo haces.— dije enojada, cruzada de brazos. El bolso con los patines colgado en mi hombro y mi cartera también.

El Derrumbe De La Vida IdealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora