Capítulo 21

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Caí en un sueño demasiado profundo...

La alarma comenzó a sonar. Sin ganas apreté el botón para que se detuviera. Tenía un feo dolor de cabeza. Me levanté muy despacio. Fuí hasta el vestidor y tomé mi ropa.
Me coloqué la camisa blanca, la pollera negra con tirantes, el buzo azul oscuro y el saco azul escolar.

Me peiné el cabello y lo dejé suelto, como siempre. Me maquillé un poco los ojos, me cepille los dientes y ya estaba lista para bajar.

Abrí la puerta de mi habitación con mi mochila en hombros y en un instante algo hizo que el dolor de cabeza se me pasara y se formara una sonrisa en mi rostro. No fue intencional. Fue como si hubiera chocado con algo que hizo que la felicidad corriera por mis venas.

No podía evitar la sonrisa. Era demasiado inexplicable.

Bajé la escalera como una niña de cinco años, sonriente y dando saltitos.

Me sorprendí muchísimo al ver a Edgar con el desayuno listo.

Me sorprendí muchísimo al ver a Edgar con el desayuno listo

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—Me parece que la sorprendí, Señorita Prost.— dijo con gran sonrisa, mientras se frotaba las manos con un pañuelo de tela blanco.

Si, mi sorpresa se notó en mi rostro.

—Comenzamos bastante bien, Edgar.

—Provecho.
Se fué. Quien sabe a donde.

Tomé un cuchillo y corté el sándwich en cuatro. Comí un cuarto y me tomé mi café y mi exprimido.

Tomé los 3/4 de sándwich y los puse en un taper que guardé en la mochila.

—¡Edgar!— grité para que viniera.

—Si Señorita, ¿En que puedo a...

—No gastes mi tiempo con preguntas inútiles.— dije firme y dura. Aunque yo estaba feliz.— ¿Está listo el chófer?

—Si, vamos por aquí.— pasamos por la puerta que daba al garaje con muchos autos y limusinas.

Hoy iba en una limusina, no tan grande, pero sí una limusina.
Mi padre al abandonarme me dejó más acceso a las cosas, o al menos eso dijo Edgar cuando me insistía de ir en la limusina.

Llegué al instituto y bajé de la limusina. Muchos me miraban. Demasiadas personas.

Me adentré al parque de la entrada y siento un tirón en mi mochila.

—Así que ahora vienes en limusina eh.

Era mi preciado protector. Se veía demasiado guapo.

—Da igual. Me obligaron.— dije y levanté los hombros en un gesto de 'no importa mucho'.

—Todos te miran.— dijo sonriente. Su sonrisa era hermosamente ideal.

—¿Y eso te pone celoso?

El Derrumbe De La Vida IdealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora