Capítulo 4

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No podía soportar el olor a flores que había esa mañana. Aunque me hacían volver a los tiempos en donde el jardín de mi abuela me decía que la vida era simplemente hermosa, no podía soportarlo. Y ni siquiera sabía tanto de flores para poder describirlo. No era olor a rosas: sólo eso puedo decirles. Sólo con eso deberán conformarse.

El resto fue aún más insoportable cuando al salir de mi cama encontré a mis dos invitados durmiendo casi desnudos y abrazados sobre mi sofá. Fiora apoyada mitad sobre el respaldo y la otra mitad sobre el torso desnudo de Tomas. Pude notar que había dejado a un lado su corpiño por la forma en la que su teta izquierda se deformaba sobre el tórax de él, bajo la remera blanca y verde que sospeché que era mía. No fue eso lo que más me impresionó, sino la sutileza de los dedos índice y medio de Tomas entrando por debajo del elástico de la bombacha de Fiora, apenas perceptible por su tamaño, tocando su nalga, perdiéndose casi un cuarto del dorso de la mano bajo el negro a lunares de la parte más alta de su tanga. Y por supuesto, los labios de la (no tan) niña con restos de rubor, respirando a quizá medio centímetro de los labios de él.

Los desperté abriendo y cerrando la puerta de entrada, de golpe, sin intención alguna de invitarlos a seguir así.

Fiora me puteo en silencio. Tomas fue más explícito.

A los pocos segundos me arrepentí de mi mala onda y les ofrecí si querían tomar mates. Aunque ya había pasado la hora del almuerzo yo prefería desayunar. Siempre desayunaba. Al parecer ellos no.

Tomas salió corriendo de mi departamento cuándo supo que era viernes, casi las 2 de la tarde, que estaba en el barrio de Once y que tenía que tomar dos colectivos para llegar a la Iglesia donde iba con su familia. Yo le abrí la puerta con extrema ansiedad. ¿Quién iba tan desesperado a una misa un viernes?

Fiora me hablaba de Devina como si no fuese la chica que yo había conocido, mientras yo me preguntaba por qué estaba todavía en mi casa.

Noté mejor lo delgada que era. Y su cabello rubio del que se desplegaban puntas azules. El resto de su cuerpo pueden imaginarlo fácilmente por su ropa interior.

Mi mala cara parecía no molestarle en absoluto, ella tomaba mates y mates sin siquiera prestarme atención mientras en cambio yo la miraba fijamente.

Pasaron alrededor de veinte minutos hasta que finalmente decidió vestirse, para lo cual tuvo que ponerse de pie. Intentando ocultar mi cara de asombro me paré yo también y recibí de regalo su silueta, mientras ella agachada y de espaldas a mi, buscaba por todos lados del piso sus pantalones.

Quien sabe y quien sabrá cómo piensan las mujeres, pero por alguna razón ella confundió mi cara de entretenimiento, con mi antigua cara de serio y me aclaró que me deje de embromar, que nada había sucedido entre ella y Tomas, que solamente habían dormido juntos y fin de la historia.

- Ya sé que nada ocurrió, Flavia – Le dije, haciéndome el que ni recordaba su nombre – Sos la novia de Devina. Debes ser lesbiana.

Ella se rió a carcajadas. Me molestó su actitud, pero me regaló otro recuerdo.

- ¿Crees que por eso no me lo volteé en tu sofá? – me preguntó y mantuvo el silencio del living por al menos dos segundos – Yo no soy lesbiana – continuó – No tuvimos sexo porque Tomas es Gay. Es casi lo mismo pero nada que ver – repitió dos veces entre risas.


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