- ¿Qué sabes vos? ¿Qué sabe él? – preguntó Fiora primero a Tabo, luego a nosotros mientras con una mano apretaba un cenicero y levemente lo golpeaba sobre la mesa. - ¿Un plan? Devina odiaba los planes.
- Entendeme que es difícil de explicar – Respondió Tabo con la mirada siempre en el suelo.
De repente la tarde se había puesto calurosa. Yo permanecía a un lado, como aprendí a hacer desde chico cuando lo que me rodeaba no era del todo un ambiente familiar. No quería decir nada. Estaba allí para escuchar y sólo escuchar. Sólo escuchar y solo. Aproveché cada minuto de silencio para recordar a Devina. Dejé de pensar en ella cuando Tomás se paró sobre la silla a los gritos y haciendo ademanes como para invitar a la gente del bar a que haga lo mismo. No fue, en realidad, por eso sino por la cara de angustia de Bacilo que me di cuenta que River había dado vuelta el resultado en cinco minutos y ahora le ganaba a Boca 2 a 1. Decidí que lo único productivo que podía hacer en ese momento era intentar animar un poco a mi único amigo en todo el bar dándole 50 pesos en monedas de 25 centavos dentro de una bolsita para que compre una cerveza y lo festejo como el segundo gol de Palermo al Real Madrid.
- Sos un viejo que le gustan las pendejas. ¿Qué podemos esperar de vos? Alcanza mirarte un poco para darse cuenta. No sé qué te veía Devina. Preferís mirar para abajo antes que el partido. Debes ser el único acá que ni disimuladamente ojeo la tele. ¿Cómo querés que confíe en vos, si hasta la espontaneidad de un superclásico tenés ensayada? ¿Querés hacerme creer encima que vos sos el que más la quería? ¿Por no festejar un gol? ¿Por ni siquiera interesarte? – Fiora hablaba y golpeaba cada vez más fuerte el cenicero.
- No me gusta el futbol – intentó defenderse Tabo.
- Pero te gustan las pendejas. De eso veo que no te defendiste – escuché responderle bajito.
Esa fue la primera vez que Fiora me cayó bien. Había puesto al viejo en su lugar: de todos los cornudos él era el que menos derecho a hablar sobre Devina tenía. No porque era mucho mayor a ella, ni por ignorar que Devina odiaba los planes. Ni siquiera por no gustarle el futbol. Era el que menos derecho tenía porque mal o bien Devina había querido que Tomás, Fiora y yo nos conozcamos. Él había llegado por simple casualidad. Un vago recuerdo de su paso por el velorio y una confusión en la calle. Y encima todo esto involucraba solamente a Tomás.
- Viejo, gordo, barba candado, la camisa mitad afuera y que no le gusta el futbol: típico perfil de un pedófilo. Pareces sacado de una historieta – remató.
Tabo recibía los insultos sin decir una sola palabra. No daba la sensación de no defenderse porque no sabía cómo, ni mucho menos porque no podía. Creo que aceptaba las ofensas realmente por respeto. Tampoco me daba la sensación de que su dolor por la muerte de Devina era tan grande que en tantas palabras violentas encontrara un poco de paz.
- Decime Tabo, a ver si adivino – Fiora volvió a interrumpir mi recuerdo con su voz, ahora, simulando estar más tranquila – Tu esposa te rajó de tu casa cuando encontró en el historial de internet que buscabas videos de pendejas. Por la forma que me miras la tirita del corpiño me arriesgo a decir que tus preferidos son los que les mandan a sus novios desnudándose de a poquito, usualmente esas sí que son jovencitas jovencitas. O no, ¡ya sé! Los videos que suben los que graban a escondidas a las colegialas debajo de la pollera. O los que las filman a escondidas cuando se cambian la ropa. A ver mírame: ¡Si, son esos! – aseguró dando dos golpecitos a la mesa con el cenicero que a estas alturas ya tenía como un arma de defensa, aunque Tabo no movió ni un segundo la mirada del piso.
ESTÁS LEYENDO
2364
Mystery / ThrillerCayó un trueno y me dijo, ese día nublado, en el que los niños afortunados no saldrían a jugar por orden de sus padres, que morir era mi arma más letal. Que no lo decía para que use mi muerte como un arma letal, sino que la entienda como mi mayor op...