10. Llévenme a casa por favor

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—Yo no, así que basta—se quejó Aria, y vi que estaba hablando con Ellie, esta última me vio y sonrió, cosa que hizo que Aria se volteara para empujar a Ellie de manera juguetona, quien había comenzado a reír.

Las miré a ambas con las cejas enarcadas y me dirigí hacia la cocina mientras oía a Ellie haciendo «aw» por algo.

Chicas.

  —Justin, el jefe te quiere ver —me avisó Alex justo cuando comencé a beber de mi café, asentí antes de terminármelo muy rápido y conducir hacia su casa.

—D'Rossi estuvo aquí y por el CCTV parece que quiere a Aria —dijo Salvatore, y mi mandíbula se cerró ante el hecho de que este casi la mata.

—¿Qué tipo de idiotas entran en una casa y no desconectan el CCTV? —repliqué bufando y Salvatore rió entre dientes—. Imbéciles —mascullé cavilando sobre cómo iba a matarlos por lastimar a Aria.

—Ella te gusta de verdad, ¿no es así? —inquirió Salvatore, sacándome de mis pensamientos, y me encogí de hombros.

—Eso creo, pero no lo sé —repuse, sin saber realmente qué decir, porque estaba hablando con el tipo que podría cortarme las bolas con un simple chasquido.

—¿Sabes qué muy raro? —preguntó buscando algo en las gavetas de su escritorio.

—¿Qué? —cuestioné haciéndome sonar los nudillos.

—Grace decía que tú y Aria terminarían gustándose el uno al otro y volviéndose una pareja —contestó refiriéndose a su esposa, yo sonreí un poco.

—¿En serio? —pregunté con curiosidad y él asintió.

—Cuando Aria nació, tu mamá y Grace siempre solían fantasear acerca cómo ustedes dos se casarían y formarían una familia —comentó antes de suspirar de tristeza—. A ella le habría encantado saber que ustedes se gustaban —me dijo, y esa oración me tomó desprevenido.

—¿Yo le gusto? —interrogué con los ojos un poco abiertos por la sorpresa, haciéndolo reír una vez más.

—Sucede que las personas alrededor siempre son las que se dan cuenta cuando dos se gustan, excepto ellos —me dijo, confundiéndome—. Lo entenderás pronto —aseguró, y yo asentí todavía algo confundido.

—Ahora, aquí tienes la paga semanal. ¿Quieres ponerla directo en tu cuenta? —preguntó y yo me removí incómodo en mi asiento.

—Salvatore, odio esto de pagarme por proteger a Aria —le dije y él suspiró.

—Justin, lo menos que puedo hacer es pagarte. Déjame hacerlo —insistió y yo accedí con reticencia—. Ahora, necesito otro favor.

Aria.

—No puedo creer que he matado a alguien —le confesé a Tevez tan pronto como me senté en el sofá frente a él, quien estaba pasando los canales mientras me escuchaba.

—Tenías derecho a hacerlo, y no te sientas mal, los Lorento tienen la reputación de matar personas inocentes para conseguir lo que quieren —replicó, y suspiré enterrando mi cabeza en un cojín mientras murmuraba obscenidades.

—Sabes que a él le gustas, ¿no? —dijo Tevez y yo lo miré de una manera extraña.

—¿Quién? —pregunté, a lo que él rodó los ojos.

—Justin, tonta —contestó, y una débil sonrisa apareció en mi rostro.

—Incluso si así fuera, sería porque mi papá se lo ordenó —repliqué, y él bufó.

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