Help Me Understand [YuuYu]

{i'm in love with an angel}

Hola! Espero y les guste. Una idea loca que se me ocurrió de pronto. 
YuuYu∞

—¿Qué estás haciendo aquí? —Yuri preguntó sin siquiera voltear a ver hacia atrás, muy concentrado mirando el cielo sobre él lleno de estrellas, la luna iluminando su rostro con una luz tenue y cálida, simplemente hermosa. Estaba sentado en la orilla de su balcón, sus piernas colgando y moviéndose de adelante hacia atrás, sus manos manteniendo su cuerpo en equilibrio. El viento gélido acarició su rostro y sintió un escalofrío recorrerlo entero.

—Vine a ver cómo estabas —la voz suave del segundo hombre le respondió, tranquila y relajada. Yuri sintió algo en su estómago al volver a escuchar el sonido de su voz después de tanto tiempo de haberlo estado esperando. Sintió dos manos colocarse sobre sus hombros y cerró sus ojos ante el tacto, queriendo más. Siempre más. La melodía de un grillo podía escucharse, rompiendo con el silencio que surgió entre los dos—. Estaba preocupado.

—No deberías de estarlo. Todo está bien —y entonces se permitió mirar sobre su hombro y subir sus ojos hasta hacer contacto visual con los iris cafés que con tanta aprehensión lo veían. Un sonrojo subió a su mejilla e involuntariamente se estampó más contra el cuerpo que estaba detrás de él—. Pones mucho en juego en venir —murmuró, su tono de voz no demostrando la preocupación que brotaba y florecía de forma libre en su interior. Tenía miedo. Realmente lo tenía. El hombre a sus espaldas miró la luna con cierta nostalgia adornando sus facciones mientras una sonrisa triste se dibujaba en sus labios. Sus manos comenzaron a masajear los hombros sobre los cuales estaban puestas, sintiendo la necesidad de consolar al niño que escondía su rostro en su torso.

—Vale la pena —el hombre desconocido dijo, ninguna clase de titubeo mostrándose en su voz.

—Podrían desterrarte —Yuri observó, y el hombre apreció la preocupación del rubio. Solamente que no quería pensar en eso en esos instantes; quería perderse en la presencia de Yuri y disfrutar de aquellos pequeños momentos que podía darse la libertad de compartir con el rubio—. No quiero que pase eso.

—Si sigo haciendo esto, lograré que me destierren tarde o temprano.

—¿Harías eso solamente por mí?

—No lo dudaría ni un segundo.

Y entonces sus alas blancas se materializaron, envolviendo al rubio con ellas y brindándole calor en aquella noche tan fría. Yuri sonrió, acariciando las plumas puras y bellas, frotándose contra ellas y queriendo permanecer de esa forma por la eternidad.

—No quiero que te vayas, ángel —el rubio articuló su inseguridad, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho mientras ignoraba el nudo desgarrador que se hallaba en su garganta—. Por favor, quédate conmigo.

Escuchó una risa comprensiva escapar de la boca de aquel hombre, y él sonrió ampliamente, permitiéndole a la primera lágrima de la noche bajar por su mejilla hasta su barbilla. Su cuerpo comenzó a sufrir pequeños espasmos al ritmo de sus sollozos, y el hombre con alas comenzó a susurrar palabras de consuelo que tuvieron gran efecto en el estado de ánimo de Yuri. Era tan sólo un niño en busca de protección. Un niño indefenso, infeliz, deprimido. Un niño que sólo quería saber qué era lo que significaba el amar y el ser amado. Gracias a aquel hombre, lo había logrado. Se sentía bendecido. A sólo 11 años de edad, Yuri Plisetsky conocía el verdadero significado del amor.

Permanecieron varios minutos que parecieron horas en la misma posición, simplemente disfrutando de la compañía. El hombre desconocido no estaba bien. Se le notaba su preocupación, su desorientación. Estaba distraído, fuera de sí. El pequeño Yuri logró notarlo. Por eso, cuando avisó que tenía que irse, no se sintió como las veces anteriores. Los encuentros pasados era un simple hasta luego, ésta vez se sentía como una amarga, agridulce despedida. Yuri hizo todo lo posible por retener las lágrimas. Los dos se encontraban frente a frente. El hombre se arrodilló en frente de Yuri, acariciando el cabello rubio del niño con un aura taciturna desprendiendo de su cuerpo. Sus alas blancas ahora estaban ocultas, y sus ojos carecían del brillo que tanto había deslumbrado al rubio.