46. Be the one

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Dos horas, dos putas e interminables horas han pasado desde que Clarke abandonó su casa hecha una furia sin dejar que se explicara, dos tortuosas horas que lleva sentada en el sofá mirando al techo mientras las lágrimas no cesan, dándole vueltas a todo. Ontari ha tenido que irse ya que Murphy la ha llamado para que hablen, y la morena, pese a mostrarse reticente al principio, ha cedido, al menos ellos pueden hablar, aunque espera que su amiga tenga dos dedos de frente y lo mande a la mierda, porque el capullo de Murphy no se merece a una mujer como Ontari.

¿Y ella? ¿Ella se merece a Clarke? Por un momento, y debido a toda la mierda de situación que las rodea, piensa que quizá debería dejarla ir, quizá debería rendirse y dejar que Clarke la odie para así poderla olvidar de verdad. Pero no, no debe, no puede, no quiere que eso vuelva a suceder, ya pasó por ello, ya la dejó ir 5 años atrás por el pensamiento similar de que la rubia estaría mejor sin ella, pero no, pensando egoístamente, ella no está mejor sin Clarke, y Clarke, aunque sea una tozuda que no quiere escucharla, tampoco lo está sin ella. ¿Para qué engañarse? Ninguna está bien sin la otra, ninguna puede tener una vida feliz sin la otra, la felicidad de ambas está ligada a esa tormentosa y en el fondo preciosa relación que tienen, por muy rara que sea, por muy dolorosa que pueda llegar a ser, también ha tenido sus mejores momentos, los momentos más perfectos y felices de la vida de Lexa, y quiere que sea así, quiere recuperar esa confianza que perdió, quiere que Clarke entienda que con ella no es esa estúpida Lexa que solo piensa en sí misma, porque sí, Lexa se quiere mucho, pero no se quiere ni la mitad de lo que quiere a esa testaruda rubia que apareció en su vida como un ligue más para convertirse en el puto amor de su vida.

Desesperada y sin saber a ciencia cierta qué hacer, se mete en la ducha para enjuagarse esas malditas lágrimas dolorosas, con la esperanza de aclarar sus ideas bajo el grifo de agua fría, despertando cada músculo, cada idea, cada arma que puede usar para que Clarke vuelva a ella, o al menos, para que la escuche y decida qué hacer.

Y después de esas dos horas y media, después de ese intento de reconfortante ducha, mira su móvil, con la esperanza de que Clarke haya recapacitado un poco y al menos le dé el beneficio de la duda. Pero nada, ni un mensaje, ni una llamada, ni un solo intento de algo...y aunque la antigua Lexa lo dejaría correr, escaparía de este inoportuno drama como la cobarde que era, esta Lexa, la que es ahora, la que la rubia ha conseguido sacar, se dispone a marcar el número de Clarke, con una nueva esperanza de que la ojiazul descuelgue y la escuche. Pero de nuevo nada, los tonos suenan y nadie lo coge, un segundo intento, lo mismo, y lo intenta un tercero, dicen que a la tercera va la vencida ¿no? Pues no, la vencida es ella cuando Clarke cuelga al segundo tono, se imagina su ceño fruncido mirando con rabia el móvil, resoplando por su insistencia.

Pero aun así no piensa desistir, no piensa rendirse, no, nunca más va a rendirse, lo quiere todo, lo quiere todo de Clarke, incluso esta ira que la ciega, no quiere que todo sea de color de rosa, eso no existe, no existe la relación perfecta, y sabe que este no será el último altibajo que tengan, sabe que nunca va a ser fácil con su rubia, pero lo quiere, quiere los momentos buenos, los momentos perfectos, los momentos ardientes, los momentos románticos que a la antigua Lexa le hubieran creado diabetes, y también quiere los malos, porque de todo lo malo se aprende. Lo quiere todo, y todo, es todo.

Se mete en su habitación como un rayo y coge su guitarra, coge un libro que haga de peana para su móvil, activa la cámara, y se sienta sobre la cama frente a él, guitarra en mano. Intenta retener las lágrimas, intenta mostrarse fuerte y decidida para que Clarke vea que no piensa rendirse, que no va a dejarla escapar por mucho que la rubia se empeñe en desconfiar de ella. Y hace lo que mejor se le da en estas situaciones, para qué expresarlo con palabras si puede hacerlo cantando, cantar lo saca todo, acompañar su voz y sus pensamientos con las cuerdas de esa guitarra le permiten hablar con el corazón, le permiten expresar todo lo que siente sin flaquear. Mira a la cámara, empezando a rasgar las cuerdas, esperanzada de que al menos de esta manera Clarke la escuche.

Adicción ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora