Ella.

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Una vez me traicionaron tan fríamente, que no supe como seguir adelante. Me entregue a quien no debía, ahora lo sé.
Muchos, cuando cuento esta historia, piensan que hablo de un amor (y probablemente estén en lo cierto, porque nunca sentí tanto amor como entonces), pero yo hablo de alguien a quien llamé mejor amiga.
Nada es para siempre, o eso escuché que dicen, pero estoy segura que nada se sintió tan eterno como encontrar a mi complemento.
Es tan triste, en serio pensé que necesitaba un complemento. En serio me sentí tan vacía como para tener la necesidad de llenar ese espacio con alguien como ella.
Porque ella era luz, mi luz, mi yo. Y cuando se fue (y no solo se fue, sino que también me dio un portazo en la cara) lo único que quedo fue oscuridad, sin mi luz, sin mi yo.
Me siento perdida sin ella, ya ningún lugar se siente seguro. Es tan difícil confiar otra vez, ahora que la única persona que conoció hasta el último lugar de mi mente se fue.
Muchas otras personas trataron de llenar el lugar que ella ocupaba, pero supongo que un rompecabezas no se completa con cualquier ficha.
Ella, ahora es feliz. Y, supongo, que muy en el fondo, me alegro por ella, después de todo mi misión era hacerla feliz, y si ya lo es, mi misión está cumplida.
Ella es mi cicatriz (porque después de todo, ninguna herida sana sin dejar cicatriz). Esa que cuando necesito sentir algo (lo que sea) sigo apretando fuertemente, dejo que sangre, impidiendo su cicatrización final. Esa que espero que nunca sane del todo, porque cuando lo haga, ya no tendré nada de ella a lo que aferrarme.

Feliz cumpleaños Luli, todavía te extraño.

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