Caperucita Roja Sangre.

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Caminaba la dulce Caperucita a casa de su amada abuela nuevamente. Llevaba el pan y el vino como siempre. Ella esperaba llegar a casa de su abuela para verla una vez más. O eso nos contaron.

Nuevamente Caperucita se dirigía al bosque, así perdería tiempo que debía pasar con su abuela. Escondía bajo su caperuza roja sus moretones, aquellos que el vino de su canasta provocaban. O quizá su alcoholica abuela.
El cielo se teñía del color de la sangre, de su caperuza, y Caperucita no corría. El peligro no le importaba, tampoco si moría.
La representación de la muerte se le presentó a la niña como un enorme lobo, quién de su maldita abuela la salvaría.
Si no fuera por el imbécil leñador hoy Caperucita viviría,  y capaz le contaría a la prensa como ella y su amado lobo se vengaron de aquella arpía.

Entendemos lo que nos enseñan como "algo malo" como malo, y como "algo bueno" como bueno. Siempre encerrando a la oscuridad en el mal y a la luz en el bien. ¿Cómo no va a ser así de fácil manejarnos? Vivimos encerrados en lo que creemos bien, ignorando si está bien realmente. Nos enseñaron que los lobos son salvajes y que las abuelas son quienes más nos aman. Nos dejamos llevar por la creencia popular y así, quizás, deshonrramos la muerte de la pobre Caperucita, vivimos en la mentira.

Epifanía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora