27. Martina

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Llego a casa por la tarde, tan feliz como nerviosa.

No estudié nada y Damien me pasó como cien ejercicios resueltos para que haga y me autocorrija.

Lorena me ve llegar y sonríe.

―¿Estas son horas de llegar? ―pregunta en broma y me pongo colorada.

―Vos solés llegar más tarde ¿eh?

Me parece que se pone nerviosa, pero vuelve a sonreír.

―¡Contá todo! ―chilla y se levanta a arreglar el mate.

―Nada... ―Más roja. Lo malo de ser así de blanca es que nos delatamos solos cuando nos da vergüenza algo ―o cuando nos enojamos―.

―¿Y por nada llegás a esta hora?

Me siento en el living y me abrazo a mí misma. Estoy tan contenta que no puedo contener mis labios, creo que mi sonrisa va a quedar tatuada ahí por siempre.

―Arreglamos las cosas y él entendió por lo que estaba pasando y... y decidió... decidió quedarse conmigo a pesar de todo.

Todavía no lo puedo creer. Después de lo que confesé, de todo lo que conlleva una relación conmigo, así como estoy, Ema eligió estar a mi lado.

Lo amo. Nunca pensé que conocería a alguien como él, de hecho, comenzaba a creer que no existían. Si no fuese porque salí de Ramallo y de mi ambiente, nunca hubiese creído que la gente buena existiese.

«No estás más sola».

No. Ahora está Emanuel; y Lorena ―que me mira con curiosidad―, y Damien que me ayuda en la facu y me escucha, y Alejo que aconseja a Ema que no se rinda conmigo ―cuando me reciba, le hago un monumento del tamaño del de la bandera―.

―Pero esa sonrisa no es sólo de «Emamorada» ¿o sí? ―Me pasa el mate―. Quiero detalles.

―Sin detalles. ―Por desgracia, no puedo dejar de pensar que Lore y Ema... No. No cerebro, no vayas por ahí.

Se queda en silencio y me pasa otro mate sin darse cuenta que me está dando uno atrás de otro como trompada de loco.

―Y a vos ¿qué te pasa? ―indago algo preocupada.

Para mi completa sorpresa, se sonroja. Abro los ojos como plato, nada pone en esa situación a mi amiga.

―Lore... ¿Algo malo? Decime que no es algo malo ―pido preocupada.

―No, o sea... no sé. Pero no. Malo no es. Es... ―Se muerde el labio y me pasa otro mate.

―Basta con los mates, que me vas a ahogar. Largá ahora que me estoy poniendo loca.

―¿Viste el amigo de Damien? Esteban.

―Te fuiste con él anoche ―recuerdo.

―Sí. Íbamos a ir a bailar y decidimos que mejor no y... me llevó a un bar que conoce, muy copado y después fuimos a su depto. Y...

―Lo demás me lo imagino ―la pincho.

Jamás tuvo tabúes con el sexo. Creo que eso es algo de lo que más admiro de ella, no le da vueltas. Quiere y el otro también, bárbaro. Lo maneja con libertad; habla antes, aclara las cosas y siguen en una relación que les complace al cien por ciento. Nada de las cosas raras, de las culpas y compromisos, de las idas y vueltas, de las explicaciones y las rupturas raras; no, todo claro y todos felices.

―Bueno, sí. Obvio que pasó... el tema es... o sea, fue genial. Más que genial, fue fantástico. Vos sabés que yo no me sorprendo de nada. Y me sorprendí. No es que hayamos hecho cosas loquísimas ni nada, es sólo que funcionó en todos los niveles. Nadie, jamás, me entendió así de bien en la cama y... y, así y todo, eso no fue lo que más me gustó. ―Esquiva la mirada.

Entonces, me abrazó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora