―¿Estás segura que te querés mudar hoy? ―me dice Cristina con los ojos llenos de lágrimas.
―Sí. Ya abusé ―me río.
―No. Nunca. ―Me abraza con fuerza―. ¡Ay! Me pongo emocional. Quedate la copia de la llave, ya sabés, cualquier cosa, entrás sin golpear siquiera. Esta es tu casa ahora y no tenés que pedir permiso.
―Gracias ―contesto con un nudo en la garganta.
Tengo tan solo un bolso con ropa y las cosas del gato. Sebas vino con el auto así mudamos todo de una y no hacemos mucho lío. Me parece que hay un cruce de miradas extraño entre él y Alishya, pero al segundo, desaparece y siguen actuando como si nada.
En mi departamento, los chicos acomodaron todo. Lore se la pasó prácticamente en casa de Esteban por lo que nuestra casa estaba tal y como la habíamos dejado.
Ema fue al súper y compró comida como para un mes e incluyó algo de carne en el freezer. Este último tiempo fui más que flexible con mi vegetarianismo, me daba cosa imponer mi forma de comer y, además, tenía que recuperar fuerzas.
―Gracias, mi amor ―le digo y lo abrazo. Todo huele a perfumina.
―Sé limpiar, aunque no lo ponga en práctica muy seguido. También sé cocinar ―bromea mostrando las prepizzas.
Me río y voy al cuarto a acomodar mis cosas en el ropero. Otras, las separo para el viaje de mañana. Las manos comienzan a temblarme un poco e intento serenarme contando las respiraciones.
―¿Estás bien? Es mucho estrés ¿no? ¿Querés que volvamos a lo de Cristina? ―Ema se acerca preocupado y acaricia mi espalda de arriba abajo con movimientos lentos y firmes.
―No, no es la mudanza, es... mañana.
Darío se presentó a declarar al final, en la segunda citación, y volvieron a llamarme a declarar. Eso demuestra que el caso no está saliendo tan fácil como pensó Rogelio. Encima, tengo que viajar a Ramallo ahora que estoy mejor y ver cómo está mi hermano; hace más de un mes que no sé nada de él.
―Shh, vas a estar bien. Sos más fuerte de lo que pensás, mirá todo lo que lograste en tiempo record.
―Todavía tengo que tomar estas ―señalo el ansiolítico y Ema atina a buscar un vaso de agua―. No, ahora no. Quiero ver si se me pasa solo.
―No te exijas tanto ―me reta, pero no me contradice. Deja que yo tome la decisión y eso me hace sentir mucho más segura, más en control sobre todo lo que estoy viviendo.
―Ema, de eso... quiero pedirte un favor. Sé que dije que necesitaba hacerlo sola, enfrentarme al juicio por mi cuenta, pero... mañana... te necesito ―se me quiebra la voz.
―Entonces, voy con vos, mi vida. Ni hace falta preguntar. Te amo.
―Yo más. Pensé que podía...― murmuro.
―Martu, pedir ayuda cada tanto no es depender de otros. No te estás atando, ni nada. Sólo voy y te acompaño, lo demás lo hacés todo vos.
Asiento con la cabeza y me quedo quieta un buen rato hasta que siento la respiración y los latidos normalizarse. Todo sin la pastilla.
A la noche, nos juntamos a comer las pizzas con Lore y Esteban; también vienen Alejo y Damien. La pasamos bien, me ayudan a pensar en cualquier otra cosa que no sea en que tengo que presentarme a declarar de nuevo.
―Hoy me quedo acá ―dice Lore a Esteban y él sonríe.
―Me imaginé ¿pedimos helado?
Para mi sorpresa, me dan ganas de comer de nuevo, así que tardo mi buen rato en elegir los gustos. Ema me abraza contento y nos reímos de las peleas de Alejo y Damien sobre sabores de helado.
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Entonces, me abrazó (Completa)
RomanceMartina está atrapada en una relación de la que sabe debe huir, pero no encuentra la fuerza para hacerlo. Hasta que conoce a Emanuel. Emanuel Aguirre le enseñará la diferencia que existe entre los lazos sanos y los enfermos, entre entregarse a a...