30. Emanuel

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La situación en Pergamino es una mierda. Alejo tenía razón, no hay nada por hacer.

Podemos intentar con la denuncia, pero sólo serviría para marcar un precedente para el día que la madre de Damien decida dejarlo; hasta entonces, todo seguiría igual. Ambos son adultos, no pueden intervenir por la fuerza. Sí, una mierda.

Me la pasé buscando información sobre qué hacer en estos casos, en casi todos lados dice lo mismo: mostrar apoyo. El problema radica en que ni siquiera podemos acercarnos.

Sebas y Esteban fueron directo a su casa, esperando que, al ser amigos de toda la vida, los dejasen pasar. No fue así, el padre de Damien los insultó y les cerró la puerta en las narices, ni siquiera pudieron verlo.

Alejo está destruido, nunca lo vi así en mi vida.

Martu: Cómo está? Y vos, mi amor, cómo estás?

Yo (audio): Alejo no da más. No sé qué hacer. Apenas come, casi no habla y está todo el día pegado al celu esperando que Damien lo llame o le mande un mensaje. A veces se rompe y se esconde para que no lo veamos llorar, me está matando.

Casi todos los días desde que dejé Rosario son iguales. Hablo con Martina todo el tiempo y mientras, me siento a hacerle compañía a mi amigo que parece morirse un poco más cada día.

De Damien no tenemos ni noticias y estamos todos muy asustados. Tanto la familia de Alejo como la mía, se habían encariñado con el novio de mi amigo y les preocupa el daño que le pueda infringir el padre.

Pero lo que más tememos, es que, el hijo de puta ese, lastimó a la madre de Damien cuando ya no pudo herirlo a él ¿Qué viene después? ¿A quién más puede golpear para controlar a su hijo? La respuesta es clara.

Todos estamos encima de Alejo no sólo para consolarlo y apoyarlo, sino también, para protegerlo. Sé que le molesta tener «niñeros» todo el tiempo, pero no pensamos ceder en esta. Tampoco explicarle nuestros temores, porque es capaz de ponerse de cebo si sabe que así puede conseguir que Damien salga de su casa.

Y mientras mi preocupación por mi amigo me carcome, mis mayores temores se proyectan en Martina.

Termino imaginándola una y otra vez en la situación de Damien, con Darío como carcelero y nadie que la pueda ayudar. Si hasta pesadillas tengo.

―Ema ―me increpó mi mamá una mañana antes de ir a trabajar―. Tenés ojeras ¿Es sólo por lo de Alejo?

―En parte. Ma, estoy saliendo con una chica y también tiene problemas. Y ahora estoy lejos de ella y no sé qué hacer.

Le cuento más o menos, sin entrar en detalles sobre los abusos que sufrió Martina y mi vieja me abraza.

―Así como hoy estamos por Damien, si mañana ella lo necesita, ahí vamos a estar ―me dice antes de despedirse.

Y yo lo sé. El tema es que igual tengo miedo de que nos necesite, porque eso implica sufrimiento y quiero estar ahí para evitarlo.

Ahora está en Ramallo, a merced del hijo de puta que juega un rol de padrino abnegado, mientras mueve los lazos que atan a Martina a él. Es un psicópata, se nota en la forma en que se maneja, que se infiltra en los vínculos familiares.

Usa a Tiago, mete idea en los padres de Martina y todo con guante. Mientras más tiempo pase cerca de ella, más posibilidades tiene de volver a doblegarla.

Las cicatrices que dejó en Martina son profundas: la culpa por todo, la autoestima por el piso, una falsa idea de lo que es el agradecimiento y la deuda y, sobre todo, una idea errónea del amor.

Vuelvo a llamarla, para recordarle que sigo acá, aunque esté lejos.

Siempre voy a estar para ella.

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Nota de la autora: Algo loco de escribir en primera persona, es el tema de los puntos de vista.

Hasta que no escrbí esto, no supe, *posta*, no supe que Emanuel lo seguía a Alejo a todas partes no sólo para acompañarlo, sino también por miedo a lo que el padre de Damien le pudiera hacer.

Pobre Alejo y Damien (Sigo llorando)

Entonces, me abrazó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora