38. Martina

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El cuerpo de Ema pegado al mío me reconforta a la vez que despierta mis peores miedos. Esa ambivalencia es la que me acompaña desde hace... creo, tres días. No lo sé, perdí la cuenta luego de que mi celular quedó sin batería.

No tuve la fuerza de ponerlo a cargar ¿Para qué? ¿Para que lluevan insultos, bromas, burlas y demás? No, gracias. Las únicas personas en el mundo que me importan ahora son Emanuel y Tiago y ambos salieron lastimados por mi culpa.

La culpa. Ese es el veneno de mi mente. Viví tantos años con ella que ya no recuerdo un momento en que no me haya sentido así, sólo que ahora, no puedo ni quiero hacer nada al respecto. No puedo compensarlos, no puedo hacer nada para que remita, lo mejor es desaparecer de sus vidas.

No tengo derecho a sentirme mejor en sus brazos. Como el dolor es tan fuerte, duermo. Dormir es lo mejor, cierro los ojos y sueño. Ahí es dónde quiero quedarme por el resto de mi patética vida. En mis sueños y pesadillas.

―Martu, mi amor ―la voz de Ema me llega cada vez con más intensidad―. Amor, dale. Por favor.

Gruño y abro los ojos que se llenan de lágrimas al verlo tan cerca de mí, con su cara a pocos centímetros de la mía, como cuando nos despertábamos después de una noche de estar juntos.

―No quiero ―me quejo―. Ema, ¿qué hacés acá? Tenés que estar con tu mamá.

―Vamos, arriba ―ordena sin contestar―. Vino la mamá de Damien.

«¿A qué?» quiero preguntar, pero ni ganas me dan. Me arrastro fuera de la cama sólo porque oponerme requiere de más esfuerzo.

El living parece una sala velatoria. Mis amigos están serios, algunos hasta parecen haber llorado; siento un gran desapego, como si mi dolor me hiciera incapaz de sentir el de ellos.

―Martina ¿Tenés hambre? ―pregunta Cristina, la mamá de Damien. Niego con la cabeza ―. ¿Sed? ―Me encojo de hombros y me alcanza una botella con agua―. Vení, sentate.

Le hago caso. Siento mi cuerpo bastante débil y no es sólo por la falta de alimentos. Veo que Cristina le hace seña a su hijo.

―Damien ―murmura. En el silencio que reina, bien podría haber gritado―. Vayan afuera, déjenme sola con Martina ¿sí?

Su hijo agarra el paquete de cigarrillos, el encendedor y un juego de llaves y se lleva a su novio y a sus dos amigos fuera del departamento. Ema me mira antes de cerrar la puerta y sus ojos marrones, esos de los que me enamoré, me muestran con transparencia su dolor por mí.

Sigo amándolo. Lo hago con todo el corazón, el problema es que, ahora, lo amo más que a mí misma. Se merece alguien mejor a su lado. Sé que me va a superar y va a ser feliz.

Vuelvo a querer huir de mi vida, de mi cuerpo, de todo, tal y como me sentía antes de conocerlo. Él había sido mi objetivo, mi fantasía, mi happy place y ahora lo arruiné, lo herí y lo involucré en una situación que es mi culpa. Mi completa culpa.

«Soy una puta». Eso dice todo el mundo, debe ser verdad. No era una nena, no fue abuso, era lo suficientemente grande para entender qué me pasaba y para ponerle fin. No lo hice porque no quise y ahora los que amo pagan las consecuencias de mis actos.

Me odio.

Cristina se sienta a mi lado y me pasa un brazo por los hombros. Se queda un buen rato en silencio y hace que me recueste sobre ella. Me acaricia la cabeza como si fuese mi propia madre y siento ganas de llorar. Ella lo está haciendo.

―Tenía dieciocho cuando conocí a Ernesto, el papá de Damien y Alishya, ya no era ninguna nena ―empieza a hablar en tono suave―. Era tan lindo, pero, sobre todo, era distinto. Yo era linda también y algo superficial, me vestía con ropa de marca, me gustaba salir a lugares caros, comer afuera... y Ernesto me seguía en todas. Él tenía auto cuando los demás no, un reloj caro, un trabajo en auge, lo único que le faltaba a su perfecta vida era una perfecta novia y yo encajaba en el rol. Al principio parecía ideal, un sueño, o eso pensaba yo. No me importaba que él me elija la ropa, porque después me llenaba de halagos sobre lo hermosa que estaba, tampoco me molestaban sus celos, porque eso demostraba que me quería ¿no? Que sabía lo que valía y que si no me cuidaba me podía ir con alguien mejor.

Entonces, me abrazó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora