24. Martina

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Llegó el momento de hacer lo correcto y lo correcto es lastimar aún más al chico que amo. Sus ojos marrones, tiernos, dulces, transparentes y, ahora, brillantes por las lágrimas se fijan en mí.

―Ema, lo intenté ―empiezo y la voz me suena más firme de lo que pensé―. Busqué poner fin a lo mío con Darío, esperanzada de que así, con el tiempo, podría darnos una oportunidad. Yo te amo.

Lo siento inspirar y yo necesito hacer lo mismo antes de continuar.

―No alcanza con eso. Así que sí, tenés razón, no hay chances. Ni una. Porque... porque... ―Junto valor―. Darío es más que sólo mi ex, es mi padrino.

Se hace un silencio tan tenso que me pone la piel de gallina.

―¿Qué? ―pregunta al fin―¿Tu padrino? ¿Cómo tu padrino? ¿Algo de esos que ayudan a salir de crisis? ―pregunta confundido.

―No, Ema. Mi padrino de bautismo. Darío es el mejor amigo de mi papá. ―La mirada de Ema me quema ahora. Lo sabía, es imposible de entenderlo, pero se lo debo. Se lo debo después de lo que lo hice sufrir, merece saber por qué es imposible lo nuestro―. Son muy unidos, como vos con Alejo.

―¡No!

―Ema... ―intento calmarlo.

―¡No! porque si Alejo se cogería a mi hijo, lo castro; así que no, Martina, no es como Alejo y yo ―dice furioso― ¿Qué edad tiene? ¡Dios! Yo pensé... Supuse que era más grande... yo... ¿Qué edad tiene?

Tiembla y yo no puedo contener ahora las lágrimas. Lo que temí está pasando. ¿Cómo puedo pretender que lo entienda, que lo acepte, que «me» acepte?

―Cuarenta y uno ―murmuro.

Emanuel se para y empieza a caminar como un león enjaulado por el living. Da la impresión que quiere romper algo, va y viene, y yo sólo puedo seguirlo con la mirada.

Al fin se sienta de nuevo al lado mío. Se vuelve a parar, se vuelve a sentar y larga el aire sonoramente.

Entonces, me abraza. Me rodea con sus brazos y me lleva contra su pecho con tanta fuerza que creo que me suenan las costillas.

―Lo voy a matar ―dice con los labios en mi frente―. Lo voy a matar.

―Ema, fue todo muy complicado. Yo... él no fue malo conmigo, él...

Siento que, entre su llanto, le sale una pequeña risa amarga. Lo miro extrañada.

―¿Qué pasa? ―pregunto.

―Alejo me dijo hoy que seguro te pasaba algo grave. No pensé que tanto, Martina. Te amo, te amo con todo mi corazón. ¿Me estás cuidando de él? ¿De Darío? ¿Alejo tiene razón?

―¿Eso te dijo?

Asiente.

―Sí, Ema. Yo no quiero involucrarte en este quilombo. No es justo...

―¿Te lastimó alguna vez? ¿Por eso le tenés miedo? ―Me levanta del mentón para que lo mire a los ojos. Niego con la cabeza.

―Nunca me golpeó, pero nunca lo hice enojar. Hasta ahora... ahora está enojado, Ema y sabe de vos. Leyó mis chats con Damien, así que lo único que lo calma es que ahí escribí cuando nos distanciamos y entonces piensa que no hay nada entre nosotros. Es mejor así...

―No ―dice y vuelve a abrazarme―. No te va a intimidar, mi amor. Ni a vos ni a mí.

Me parece que agrega un «antes lo mato» que no llego a escuchar del todo. Que Ema lo quiera enfrentar me aterra.

Entonces, me abrazó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora