Historias de terror.

Rutina de noche.

No alces la mirada hacia el espejo.

Ya sabes lo que siempre pasa. Miran al espejo y está justo detrás de ellos. Solo mantén la cabeza abajo y cierra la válvula del fregadero. Alcanza la toalla. No, sea lo que sea que sentiste que está ahí, no está ahí; regresa tu mano. No es importante secarla, solo ve a la cama. Mantén tu cabeza agachada, incluso usa tu cabello como un lente protector y mira a tus pies cuando des la vuelta.

Ahora, tira de la puerta sin fijarte en la extensión del pasillo: por supuesto que se encontrará ahí, devolviéndote la mirada. Actúa como que estás a punto de ceder ante el sueño, quizá se lo crea.

Gira a la izquierda y sigue adelante. No veas a las bifurcaciones de los pasillos a los lados, ni siquiera animes a tu vista periférica; solo llega adonde tienes que llegar.

Ve a la computadora y apaga la pantalla. Ya sabes en qué parte exactamente está el botón, no veas lo que destella en la pantalla. Sabes que lo que sea que está ahí, no es lo último que tú dejaste puesto. Solo arrodíllate y sostén el botón de apagado.

Anda. Gira y ve hacia tu vestidor. No, no mires a sus pies; mira a los tuyos. Continúa viendo hacia abajo y caminando. No camines demasiado lento; no camines demasiado rápido. Quítate la camisa. No te tardes en hacerlo. Más bien, se ágil y haz lo mismo con tus pantalones. Cuidado; no te caigas. Abre el cajón y pon ambas prendas ahí. No importa que uno sea solo para camisas, ni mires lo que hay en el cajón.

Una parte de la camisa se quedó atascada en la esquina. Ábrelo de nuevo, empuja la camisa y ciérralo.

Bien, ahora gira, pero no te pares muy cerca de la cama; no dejes que te agarre los tobillos desde abajo. Mueve las almohadas y acuéstate hacia un lado con tu espalda dando a la pared. Mantén tus ojos cerrados e ignora lo gélido de la pared. Aférrate a las sábanas desde adentro en caso de que trate de quitártelas. Mantén tus ojos cerrados.

No lo escuches.