El llanto.

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Un llanto me despertó a la mitad de la noche. Era como si una muchacha tratara de apaciguar sus desesperados gritos por ayuda, como si tratara de impedir que alguien los escuchara. Mi corazón comenzó a sacudir mi pecho en tanto pasé de una explicación para el suceso a otra. Quería despertar a mi compañera de cuarto desesperadamente; pero es imposible despertar a alguien de sueño tan pesado como ella.

No me atreví a abrir mis ojos. Había escuchado historias perturbadoras sobre mi dormitorio y no tenía deseo alguno de experimentarlas de frente. Como un infante aterrorizado, presioné mis ojos y encaré la pared. Ignoré el llanto y obligué a mi cuerpo a dormir de nuevo.

Desperté incómodamente la mañana siguiente para ser recibido por la expresión descolocada de mi compañera de cuarto.

—¿Lo escuchaste también, verdad? —me apresuré a preguntar—. Ese llanto de mierda sonó terrible. No alcancé a dormir bien toda la noche.

Con una voz casi fantasmagórica, contestó:

—Era yo quien lloraba luego de que te vi levitando sobre tu cama.  

Historias de terror.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora