Júrame que no me quieres.
Y te odiaré por eso.
Aunque te vas a ganar mi respeto por haber sido honesto.
Júramelo, de verdad que voy a entender. Júrame que no les dices a mis amigos que soy una pesada y que no te dejo respirar. Júrame que no eres ese idiota.
Júrame que me quieres.
Júramelo cien veces si es necesario. Hasta que sea lo primero que piense las mañanas y lo último que me diga en las noches.
Júrame que no sabes que te quiero, que te he querido por un largo tiempo.
Maldita sea, ¿de qué se va a tratar este juego?
Yo te voy a jurar que odio tu cabello y los pantalones que se cuelgan extrañamente de tus caderas.
Que odio tu forma de reír y también que me hagas reír a mí.
Que odio a tus amigos, y que actúes como un patán alrededor que ellos. Porque yo sé que no eres así.
Odio que conmigo seas diferente, pues nunca me llamarías cariño frente a los demás.
Te voy a jurar qué hay chicos más guapos que tú y que conozco a uno incluso más gracioso.
Pero como tú eres tú,
y como yo soy yo;
me enamoré de ti.
Júrame que no lo sabías, que no te dabas cuenta en la manera en que te miraba. Que no notabas mi voz cambiar al hablar contigo. Que jamás escuchaste el rumor. Que tus amigos no te lo repitieron mil veces y que incluso a ninguno se le escapó después de diez o trece copas. Que nunca prestaste atención cuando te maldije jugando hockey de mesa.
Maldito hockey de mesa.
Que cuando tu mejor amigo me dejó ganar dos veces seguidas, quise que ese hubieras sido tú. Que cuando él te retó a que me besaras, deseé—realmente deseé—que lo hubieses hecho.
Júrame que no amas el hockey de mesa tanto como yo.
Por favor, rogándote, júrame que me vas a dejar amarte.
Pero no me ames de vuelta, porque eso haría las cosas más complicadas.
No quiero recibir flores en San Valentín pues, ¿qué diría mi pobre madre?
No quiero que me beses ni pensar en la imagen de nuestros labios juntos.
No quiero que me llores, porque yo no lloraría por ti (ni por nadie).
No quiero que me encierres si tengo un porcentaje alto de miedo al compromiso.
Júrame que vas a dejar de hacerme reír, o al menos intentarlo.
Júrame que vas a alejar tus manos frías de mi cuello en invierno.
Y que no me vas a llamar cariño en ninguna ocasión.
Júrame que no me dejarás ganar en hockey sobre mesa sólo porque apesto y me quieres ver feliz.
Tampoco quiero que dejes de usar tus horribles jeans ni cambiarte el corte de cabello. No por mí porque yo no lo haría por ti (ni por nadie).
Así,
tal vez,
no me enamore más de ti.
Pero júramelo.
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Everything Comes Back To You
PoetryLos pensamientos de una alcohólica y fumadora compulsiva incapaz de amar(se).