Si tú supieras lo que es amar y si yo supiera lo que es querer, no pelearíamos todo el tiempo.
Tú me amas y me agobian tus besos sabor a chocolate con canela.
Yo te quiero y amas la manera en que arrugo mi nariz cada vez que me recuerdas que eres vegetariano desde hace once meses.
Porque,
¿quién estaría lo suficientemente loco para dejar de comer carne?
Y me repites:
¿quién estaría lo suficientemente loco para comer carne?
Pues tú lo estabas hace once meses y nadie había movido un dedo para cambiar eso.
Yo te quiero aún cuando me gritas que soy una estúpida por toda la mierda que digo.
Y tú me amas aún cuando sigo diciendo esa mierda.
Comamos una hamburguesa. Te digo todo el tiempo.
Soy vegetariano. Respondes ya cansado.
Y vuelvo a arrugar mi nariz y tú vuelves a amarme.
Sigo sin comprender cómo un gesto tan insignificante te puede hacer amarme. No quiero que me ames, porque yo sólo te quiero.
Además,
¿quién soy yo para que me ames?
Y
¿quién soy yo para que te quiera?
En mi cabeza sólo se repite la frase soy vegetariano y me hace querer dejar de quererte por un par de segundos y luego escucho la puerta azotarse, entonces sé que no nos vamos a hablar por un par de semanas.
Y a pesar de que evitarte sería fácil (ya que no visitas los mismos restaurantes que yo), no es nada parecido a eso.
Tengo siete fotos de tu rostro en mi móvil, aunque son pocas, se las arreglan para parecer cientos.
Luego en los pasillos de la escuela cuando al menos diez—el mismo número de respiros que tomó antes de dejarte verme llorar—chicas me preguntan por ti y yo me limito a decir que tengo cosas más importantes que hacer porque me da vergüenza admitir que otra vez nos peleamos.
¿Y cómo alguien me iba a creer eso?
Si me la pasaba prensada a tu brazo desde las seis cincuenta de la mañana cuando llegabas a la escuela, casi tarde pero no.
Nadie era más importante que tú, porque te quería y tú me amabas.
Poco a poco me di cuenta que mis te quiero valían mucho más que tus te amo.
La puerta se azotó unas cinco veces más y yo perdí la cuenta de las chicas que me preguntaban por ti.
(Ni siquiera eras tan guapo)
Te envié un mensaje de texto al noveno día de no hablar contigo.
Comamos una hamburguesa.
Y me dijiste:
Soy vegetariano.
Esta vez ya lo sabía. Sólo necesitaba una excusa para hablarte de nuevo.
Por eso, si tú supieras lo que es amar y yo supiera lo que es querer: no seríamos amigos.
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Everything Comes Back To You
PoesíaLos pensamientos de una alcohólica y fumadora compulsiva incapaz de amar(se).