Cuando entré por la puerta, lo primero que vi, fue un gran recibidor con las paredes y el techo totalmente blancos, y un gran escritorio de madera oscura tras el cual se asomaba una mujer de unos cincuenta y algo de edad, con gafas redondas de montura metálica y cara de aburrimiento.
- Ho-hola, vengo a visitar a visitar a David y Thomas García.
La mujer (Miranda, según la placa metálica que había a su lado) me miró como si tuviese una enfermedad muy rara y contagiosa, me examinó detenidamente durante unos segundos que a mí se me hicieron eternos, y señaló el pasillo que había a mi derecha al tiempo que decía:
- Última puerta a la derecha.
Me di la vuelta y avancé hasta la puerta; en ella, había un rótulo que rezaba:
"Doctor Ismet"
Toqué y me abrió un hombre relativamente joven, de unos treinta años y rostro amable; lucía bata blanca y una gran sonrisa tan brillante que cegaba, aunque un poco siniestra.
-¡Adelante, adelante! Samanta, ¿verdad? Bien. Habrás venido a visitar a tus hermanos, supongo. La verdad es que mentiría si te dijera que no tenía ganas de conocerte. La hermana de David y Thomas...
Se quedó mirando al vacío unos segundos, y no era para menos después de aquella "conversación" tan abrumadora que me había dejado sin aliento.
-Bueno, he de decirte que son dos buenos chicos y que seguro que se alegrarán de verte- dijo recuperando la sonrisa.
Después de eso, nos levantamos y me guió hasta su habitación.
De camino, oí muchos gritos y sonidos espeluznantes provenientes de las habitaciones.Ese lugar ponía los pelos de punta.
Finalmente, llegamos a la habitación de mis hermanos, tenía las paredes acolchadas y la puerta metálica con un pequeño hueco en el centro desde el cual se podían entrever dos figuras agazapadas en las esquinas del cuarto.
Llevaban camisas de fuerza, y tenían la cara desfigurada en una mueca de terror, pero no pude evitar sentir un pinchazo de ternura en el pecho cuando los vi.
- Ya vienen, ya vienen, ya vienen ya vienen...
Repetía David mientras se acunaba en el suelo abrazándose las rodillas. Mientras tanto, Thomas se acercó a la puerta , me miró a los ojos y dijo:
-Samanta, brújula, nube, madera, pantalla...
Y palabras al azar, gritando cada vez más hasta que el doctor cerró el hueco de golpe.
-¡Bueno! Bastantes emociones por hoy, ¿no crees? Ja, ja. Bien, será mejor que te acompañe a tu cuarto; Miranda me dijo que reservaste para una semana, ¿Me equivoco?¿No? Bien.
La verdad es que me iba a costar acostumbrarme a sus auto-diálogos,
pero tenía razón, lo que más me apetecía en ese momento era dormir un poco y olvidarme del mundo, así que le seguí a través de los pasillos.Cuando llegamos a la habitación, me dio las buenas noches y se fue por donde había venido dejándome sola en esa siniestra habitación, totalmente blanca, como si fuera una paciente más.
Me puse mi pijama, me tumbé y cerré los ojos mientras me preguntaba si esa noche podría pegar ojo con tanto golpe y grito.

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El manicomio
HorrorSamantha tiene dos hermanos ingresados en un centro psiquiátrico. Un día, después de diez años sin verse, decide ir a visitarlos. Pero ella ni se imagina lo que allí está sucediendo...