El manicomio

NOS VEMOS PRONTO

Luis estaba inquieto. No sabía qué hacer. Ya llevaba 20 minutos esperando a que Samantha regresara con su hermano. Él se encontraba en una esquina del jardín, cuando por fin pudo divisar a lo lejos a Samantha, Thomas y a un hombre extraño -pensó él observando a Edgar Molero- al que le había parecido ver en otro momento.

-Gracias a Dios que has vuelto Samantha, me tenías muy preocupado- exclamó Luis, mientras se abrazaba a ella fuertemente.

-Siento interrumpir- dijo Edgar algo incómodo cortando el abrazo entre Luis y Samantha- pero debemos huir antes de que pase algo más y nos inculpen a nosotros de todo lo ocurrido.

-Tiene razón, debemos ir a comisaría y enseñar los papeles que encontré en el laboratorio de Noa- afirmó Samantha.

- Perfecto, pero... ¿Dónde están esos papeles?- preguntó Luis.

-¡Mierda! Olvidé los papeles en la camilla de mi habitación, iré a buscarlos- dijo Samantha mientras se dirigía de vuelta a la entrada del edificio.

- ¡Espera, es demasiado peligroso! Creo que es mejor que vaya yo, no me pasará nada- dijo Edgar y entró al manicomio mientras Samantha regresaba con Luis y su hermano.

Pasaron alrededor de 25 minutos, Edgar no volvía y empezaba a anochecer. Era muy extraño, no se oían gritos, ni pasos, ni siquiera la presencia de gente dentro de aquel edificio. Cuando en el momento más inesperado se escuchó un estruendoso disparo por la zona noreste del manicomio, justo donde se situaba la habitación de Samantha.

-Tenemos que irnos, esto es demasiado extraño y no quiero que al final acabemos muertos al igual que nuestro hermano- dijo Thomas, dirigiéndose a Samantha.

Cuando se disponían a escapar pudieron observar cómo Edgar caía por una de las ventanas de la zona noreste del edificio. Estos se dirigieron hacia él al ver que tenía en las manos los papeles incriminatorios.

-¡Corred,  pequeños! ¡Corred!- dijo Edgar entregándoles los papeles, mientras se desangraba poco a poco.

Thomas, Luis y Samantha no se lo pensaron dos veces, cogieron los papeles y se alejaron de aquel lugar todo lo que pudieron, estaban demasiado asustados como para pararse a pensar.

En cuanto llegaron a la ciudad,  se dirigieron a la primera comisaría que divisaron y presentaron la denuncia.

-Lo siento, pequeños, pero que nosotros sepamos, no hay ningún manicomio cerca de esta ciudad- aseguró Harry, el policía al que le contaron cada detalle de lo ocurrido-. Pero tranquilos, os aseguro que mis compañeros y yo investigaremos lo ocurrido.

Los tres se quedaron aun más sobresaltados de lo que ya estaban: ¿Cómo que no había ningún manicomio cerca de aquella ciudad? Samantha le daba vueltas y vueltas en su cabeza...

Pasaron unos meses. Thomas y Luis se quedarían a vivir en el apartamento de Samantha, hasta que encontraran un trabajo para poder pagarse su propio alquiler.

-Thomas, Luis, ha llegado una carta- dijo Samantha con la voz temblorosa mientras se dirigía al salón, donde se encontraban estos.

Samantha se dispuso a abrir el sobre, estaba arrugado, amarillento y lleno de polvo, como si hubiera permanecido guardado durante años. Consiguió sacar el escrito y comenzó a leer:

"Queridos niños, o no tan niños,

Si estáis leyendo esta carta es porque estaré muerto, al igual que mi hermano Noa, Leia, David, Sara, Edgar y todos y cada uno de los que pisaron el maldito manicomio, excepto...vosotros, claro. Os resultará raro recibir esto, pero os escribo esta carta porque no debéis contarle a nadie todo lo que habéis vivido, nadie os creerá, os tomarán por locos, aunque ya lo estáis en realidad... Al fin y al cabo, si habéis pisado ese lugar, es por algo. Os manda un saludo Ismet.

P.D.: Destruid esta carta ".

Samantha tomó la carta, se dirigió a su habitación y la guardó en el último cajón de su mesilla de noche.

 Nunca más se volvió a saber de aquel extraño edificio viejo sin apenas ventanas. Poco tiempo después recibieron otra carta, pero esta no estaba arrugada, ni amarillenta, y apenas tenía polvo. Samantha comenzó a leer en voz alta:

"Os dije que destruyerais la carta. Nos vemos pronto".