El verdadero Ismet

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Samantha  y sus hermanos se asomaron por la ventana, y pudieron ver desde allí cómo Ismet, junto al chico de la camiseta roja y la enfermera, estaban cavando un agujero en el jardín, al lado había lo que parecía el cuerpo de una persona envuelta en una alfombra.

Samantha dijo a sus hermanos que iría a investigar en el jardín, que si no volvía en menos de una hora llamaran a la policía, les dejó un móvil que tenía oculto en uno de sus calcetines. 

Salió corriendo hacia el jardín, y pudo escuchar cómo llamaba el chico de la camiseta roja al médico  "tío Ismet". Se reía cada vez que recordaba cómo los pacientes llamaban "Bruja" a la enfermera Leia, porque la odiaban,  ya que la identificaban con las inyecciones que les producían alteraciones y visiones extrañas.

Samantha  se escondió tras un enorme rosal con rosas negras; nunca había visto algo igual. Tras el rosal Samantha encontró una cripta con unos grabados extraños. Al sonido de los pasos cada vez más cerca, no lo dudó y se escondió tras la cripta, se hizo un ovillo y, sin saber cómo, una de las paredes cedió; debió de dar a un resorte escondido y esto hizo que una de las paredes se desplazara y diera paso a unas escaleras que conducían a un túnel.

Se quedó paralizada, no sabía qué hacer, pero la voz en su conciencia retumbaba, le gritaba"muévete o morirás". Samantha tras unos segundos de incertidumbre,  consiguió desbloquearse y ponerse en movimiento; avanzó por las escaleras, cerrando tras de sí la pared de la cripta. Junto a las escaleras encontró una antorcha encendida, no hacía mucho que alguien debió de pasar por allí, y la dejó seguramente con la idea de volver. ¿Quién sería?, ¿quién conocería aquel sitio oscuro y húmedo? Ese alguien quizás pudiera volver.

Tenía que buscar otra salida, pensó. No tenía escapatoria, tenía que avanzar por el túnel. Un olor fuerte, penetrante y desagradable invadía el lugar; casi sin poder respirar Samantha avanzaba. A su paso encontró varias salas con cadáveres amontonados; en una de las salas encontró maletas, zapatos y ropa descolorida por el paso del tiempo. ¿Qué era aquel lugar? ¿Quién podría haber hecho algo así?

Siguió avanzando temerosa, pero decidida a sobrevivir a aquel lugar tan horrible, cuando se dio cuenta de que la luz de la antorcha tintineaba, iba perdiendo fuerza y estaba ya casi en penumbra, cuando vio una sala débilmente iluminada, donde un sonido extraño llamó su atención.

- ¿Noa, eres tú?- escuchó Samantha.

-¿Quién está ahí?- Samantha se acercó y se encontró con un hombre delgado, con la piel blanquecina y los ojos desorbitados; se parecía mucho al doctor Ismet, pero más estropeado y envejecido. Con mucho miedo, se acercó y se dio cuenta de que ese hombre estaba atado con una cadena, como un animal para que no escapara. Entonces, se atrevió a acercarse más y le preguntó quién era y qué hacía allí.

Aquella persona, si se podía llamar así,  aquel despojo humano, entre llantos le contó una historia que no sabía cómo encajar. Le contó que era realmente Ismet, que le había atado su hermano gemelo Noa, desde al menos cinco años atrás, que en este tiempo solo le veía una vez al día cuando le traía comida. Su hermano siempre había tenido celos de él y el día en que sus padres desaparecieron, él quiso saber qué les había pasado y Noa le contó que por su culpa les había hecho desaparecer para siempre, que no entendía cómo podían quererle más a Ismet que a él. Desde ese momento decidió encerrarle en el sótano y él se haría pasar por el hermano al que la gente admiraba; por el hermano que tenía un hijo y un matrimonio feliz con su mujer enfermera.  Noa se haría pasar por Ismet.

Mientras el verdadero Ismet le contaba esta historia, se escucharon unos pasos. Se trataba de Noa; era la hora en que normalmente bajaba para darle la cena; su castigo era mantenerle con vida en aquel lugar sin contacto con nadie y con nada.

- Ismettttt -se oía de lejos.

- Escóndete Samantha o terminarás como los demás - dijo el verdadero Ismet.

Samantha logró esconderse tras un montón de calaveras al fondo de la sala y escuchó la conversación que tuvieron los dos hermanos.

- Ismet, ya traigo tu comida; ¿no te quejarás? ¡Jaja! -le gritaba con una sonrisa burlona -Es una sorpresa para ti.

- No quiero sorpresas, Noa; sácame de aquí. No diré nada a nadie, todo volverá a ser como antes, yo cuidaré de ti.

- Jajaja -la risa socarrona de Noa retumbó por el túnel-. Mira, te he traído hoy para cenar: conejo y pajaritos fritos, esos que nunca volverás a ver, jajaja.

- Noa, por favor, sácame de aquí, haré lo que quieras.

Noa seguía contándole a Ismet:

- No te lo vas a creer; hoy ha venido la policía, casi acaban con mi plan, tendré que adelantarlo. No puedo arriesgarme a que esa maldita niña llamada Samantha eche por tierra mi plan, ese plan del que todos hablarán aunque pasen cientos de años.

En ese momento una de las calaveras tras las que se escondía Samantha cayó al suelo...

El manicomioWhere stories live. Discover now