Maggie's Pov
Ahora en la actualidad...
Me senté sobre la silla rotatoria del escritorio y subí mis pies al escritorio, cruzándonos de una manera mal educada.
—¿Para que querías hablar conmigo, amor?—me preguntó Brandy. Sonriendo complaciente y dulcemente.
—Sólo quería ponerle fin a ésto.—solté la sopa de una manera descarada y sarcástica encargándome de sonreír para que se enterara de que me daba felicidad su próximo dolor.
Se río con nerviosismo, negando cortamente con la cabeza.
—¿A qué te refieres con ponerle fin a ésto?—me preguntó tratando de hacer de sus nervios pocos obvios, pero como el tiburón que soy, los noté.
—Ponerle fin a nuestra peculiar—si quería destrozar los añicos de su tonto e ingenuo corazón hasta hacerlos polvos tenía que hacerle creer que ni siquiera llegué a considerarlo noviazgo, ¿cómo le decía? ¿aventura? ¿juego del que se enamora pierde? —... relación.— me decidí por fin.
La cara de Brandy se transformó en una poesía de depresión, sus ojos me recorrían de una manera nerviosa, como si supiera de qué hablaba y supiera que ésta sería la última vez que me vería y quisiera guardar una perfecta fotografía de mí por última vez.
Después, para mi confusión Brandy comenzó a reírse. Movía sus hombros hacia arriba con cada carcajada que soltaba, como si se hubiera acordado de algo y ahora estuviera aliviado.
—¡Muy buena broma, amor! —soltó junto con una última risa.
Genial.
Me salió de los que entran en estado de negación.
Alzo mi ceja izquierda mientras lo miraba con lástima y confusión. Brandy no era feo, pero nunca conseguiría una relación como la nuestra otra vez. De hecho, era bastante atractivo, cabello castaño casi rubio, ojos azules, no era alto pero tampoco era bajo.
Era ese tipo de chicos por las que las chicas se pelean.
—Ahora, ven, hay un nuevo restaurante en Santa Mónica que quiero mostrarte—dejo de reírse y por fin me dije que era hora de ponerle seriedad al asunto.
—Brandy, no estoy bromeando.—le dije al fin, quité mis pies del escritorio y me puse en pie. Dejando que mi ceñido jumper negro dejara ver la líneas de mi cuerpo.
En ese momento pude verlo.
Algo dentro de Brandy se rompió.
— ¡Pero tú dijiste que me amabas! —gritó con la voz tambaleante, como una construcción que pelea por mantenerse en pie.
Miré hacia al techo del despacho de mi padre e hice como si tratara de recordar lo que dijo. Achiqué mis ojos, lamí mis labios, rasqué mi barbilla. Lo que fuera con tal de sacarlo de quicio.
— ¿Enserio? —pregunté con fingida inocencia y parpadeando repetidas veces—. ¡Hay pero mira que distraída, te mentí!
—Pensé que conmigo era diferente, Margareth...—me dijo pasando sus manos por su cabello con frustración—. Cuando las personas me decían que me alejara de ti porque supuestamente eras una zorra no les creí, decidí ser yo quien te hiciera cambiar y tú...—algo dentro de mí se mueve cuando ve las lágrimas salir de sus ojos—... Tú me lo pagas así, ¡Así! ¡A la única maldita persona que creyó en ti!
—Pues debiste creerles—le digo caminando hacia él, meneando mis caderas—. Soy la zorra de la universidad, pero antes de escogerte como presa vi como le destrozabas el corazón a esa pobre chica de primer año. Ella lloraba y te decía que te amaba, pero tú solo te preocupabas por hablar con tus amigos sobre cómo era quitarle la virginidad a una chica.
Los ojos de Brandy se abrieron con sorpresa.
—Eso...—comenzó a excusarse, pero lo interrumpí.
—¿Qué se siente cuando te rompen el corazón, Brandy? —pregunté acercándome peligrosamente a sus labios. Él bajó la vista a los míos y cuando vi que estaba apunto de besarme decidí moverme, recogí su chaqueta de la silla y se la tendí pegándola contra su pecho.
—Cierra la puerta con seguro cuando te vayas, ¿si? — le dije comenzando a abrir mi laptop y ponerme a trabajar, pero fue cerrada con estruendo por Brandy.
— ¡Maggie, no puedes hacerme ésto! —ahora me encontraba aterrada, en su mirada había algo roto y loco, daba la impresión que haría lo que fuera para retenerme a su lado— ¡Maggie yo te amo! ¡Eres mía, así cómo yo soy tuyo!
Me levanté con agresividad haciendo que la silla chocara contra la pared de atrás.
— ¿En serio pensabas que yo te iba a pertenecer por el resto de mis días?—pregunté recitando las palabras que se quedaron grabadas para siempre en mi memoria desde ese día cuando tenía diecisiete años—. ¡JA! Pues déjame decirte que eres un ingenuo, tú fuiste sólo un juego para mí, un entretenimiento cuyo objetivo era destrozar. ¡Ahora largo de mi casa!
Brandy se paró erguido, fingiendo que mis palabras no lo herían, sorbió los mocos y pasó sus manos por sus mejillas y se secó las lágrimas, saliendo del despacho de mi padre, salí para comprobar que se fuera pero lo encontré tomando el jarrón del recibidor de la entrada y arrojándolo al piso haciéndose añicos.
¿Por qué todos rompen ese mismo jarrón?
Cuando él abrió la puerta estaba mi hermana con sus llaves en la mano y su ridículo uniforme de la Wensminster College High School, la academia privada que le paga mi padre. Brandy, la esquivó y ella lo vio salir con cara de confusión.
Ella entró en la casa y cerró la puerta lo más civilizadamente posible, después se detuvo en seco al ver el jarrón hecho papilla en suelo. Después ató cabos como para saber que ha pasado.
— ¿Cuántos corazones rompimos hoy? —me pregunta a manera de saludo. Deja su mochila en el perchero del vestíbulo y me mira divertida—. ¿Sólo a Brandy? No te culpo, yo también me había hartado de él.
Se acerca hacia mí quitándose el saco azul marino con el escudo de la escuela y me besa la mejilla.
— ¿Quieres que prepare la cena, hermanita? —me preguntó con su amable tono de voz.
Negué con la cabeza, cada que terminaba una relación me sentía así. No mal por ellos, por mí. Antes de que les dijera que ésto se acabaría, siempre me pregunto si es eso lo que quiero, ser la vengadora de las mujeres, si no quiero quedarme con alguien que me ame aunque yo no sienta lo mismo, es mejor quedarte con alguien que te quiera y te trate bien a irte con alguien que tu quieres y no te de la misma cantidad de amor. Siempre me entra una pequeña cantidad de remordimiento por lo que siempre estoy a punto de hacerles, pero entonces recuerdo lo que ellos le hicieron a chicas como yo, y sé cuál es mi propósito en la vida.
—Nop.—le respondo a Cassie.—. Hice spaguetti con salchicha, tus favoritos.
—Genial — me dice sonriendo, luego su cara cambia y me pregunta—: ¿Te importaría si Sebastián cena con nosotras?
Niego con la cabeza ya que nunca me ha importado la presencia de Bash, es como un hermano para nosotras, lo conozco desde que tengo diez años, es el mejor amigo de mi hermana desde que ella tiene cinco.
Sip.
Mi hermanita tiene diecisiete años y yo veintitrés.
Mi nombre es Margareth Tornakovitch y vivo en Beverly Hills, en California. Estudio artes plásticas en la UCLA y mi vida es perfectamente normal.
O por lo menos eso es lo que pienso.
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Mi Chica Rompe-Corazones
Teen FictionSEGUNDA PARTE DE MI CHICA DE INTER-CAMBIO _______ Harvy tiene el corazón roto. Maggie también. Harvy es obstinado. Maggie es terca. Él no sabe ni que hacer con un lápiz en la mano. Maggie es una artista de alma. Han pasado años desde que Harvy le...