Capitulo 14 - La y el rompe corazones

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—No olviden el ensayo sobre América en los años 20 y su reacción al surrealismo. —dijo Giovanni mientras la clase se retiraba para quedar por fin libre, no comprendía por qué, las clases de Giovanni eran diferentes, eran interesantes pero por alguna razón la mayoría de sus clases siempre se inclinaban al favoritismo por el socialismo y eso no le gustaba a nadie.

Recogí mis cosas lentamente, él lo notó porque me miró varias veces con una sonrisa pícara mientras él también recogía sus cosas con lentitud, supongo que quiere una sesión aquí. Cuando me cercioré de ser la última en el salón me acerqué con lentitud, el dio la vuelta al escritorio y alzó sus manos a la altura de mi cintura pero yo bajé sus manos, intentando cualquier contacto que hiciera las cosas más difíciles. 

— ¿Qué pasa hoy? —preguntó con contenta felicidad, no notaba mi rechazo—. ¿Acaso no te ha gustado el seminario de hoy? 

Guardé silencio, no queriendo decirle que nadie disfrutaba de sus clases a pesar de ser interesantes. Busqué mentalmente una forma de sugerirle que cambiara de tema para los seminarios, algo que no diera miedo. 

— ¿Has considerado elegir otro movimiento, aparte del socialismo? 

Su rostro reveló decepción y se apartó de mi para ir a recargarse en el escritorio, la mueca que hizo su cara hizo que comprendiera que necesitaba a aprender a tener más tacto. 

—Pensé que eran interesantes.—dijo con desilusión, como si fuera el último en enterarse de algo, aunque siendo sinceros, así era. 

—Son interesantes, pero dejan de serlo cuando llevan dos semanas con el mismo tema. —aunque me dije que no debía hacer contacto físico, me dije que si le tocaba las mejillas no haría las cosas más difíciles, sino que suavizaría la conversación.— Creo que no soy la única en sentir un poco de pánico cuando hablas de política en una clase de arte. 

—Mi carrera original era periodismo, no lo encuentro un poco mal si me apasiono un poco. 

—Ni yo, sólo que el apasionamiento dura más de cuarenta y cinco minutos las cinco clases que tenemos contigo. 

Su mirada pasó de melancólica a furiosa, pero no era una furia normal, no esa furia roja que tiene que explotar en ese mismo momento, una furia azul, fría como el hielo que se acumula hasta que explota cuando menos te lo esperas. Eso hizo que me alejara de él, coa que se apagara la llama que crecía en su interior y se cambiara por una cara de preocupación. 

Caminé en dirección contraria a él, quedando de espaldas. Alejándome con enormes luces rojas y campanas de advertencia sonando en mi cabeza.  

— ¿Por qué estás tan fría hoy? —preguntó intentando no sonar agobiado, pero la risa nerviosa en su voz y el temblor de pánico lo delató. — ¿Qué tienes, amor? 

Amor. 

Algo en mi interior me dijo que era el momento de acabar con esto. Él se estaba encariñando, me estaba empezando a amar y aunque él no lo merecía, tenía que acabar con esta relación abruptamente. Di la vuelta viendo de nuevo su rostro y recuperando la maldad con la que siempre terminaba mis relaciones, alcé la ceja con desdén. 

—No soy tu amor. —fue lo único que pude decir. —Nunca lo fui, Giovanni. Y nunca lo seré. 

—No entiendo que es lo que estás diciendo, claro que lo eres. Claro que eres mi amor, estamos en una relación, tu y yo. —se acercó, tomó mis manos y las besó con fervor y nerviosismo—. Esos es, estamos en una relación, Margareth. Tú y yo. 

—Tú y yo no tenemos nada, Giovanni. No tenemos una relación. —dije soltando mis manos de él, ahora tenía cierto miedo y pánico sobre que él me tocara. —. Nunca lo tuvimos, sólo nos acostábamos, para empezar tendrías que gustarme y no me gustas. 

Ver su rostro helado fue un gusto. 

Llevaba varios meses sin romperle el corazón a alguien, y mi instinto me pedía a gritos que lo hiciera.  

Me di la vuelta y recogí mi mochila mientras decía. —:Tengo que irme, pero fue lindo lo que sea que estuviéramos haciendo, lo disfruté mientras duró...—sentí su agarre tan fuerte en mi mano, en todo mi brazo que sentí mi carne arder por la sangre coagulándose. 

— ¿¡Todo esto fue un juego para ti? — preguntó tan fuerte y tan cerca de mi cara que la saliva salpicó hasta mi cara. 

— ¡Suéltame! —ordené soltándome de su agarre como pude—. La vida es así, Giovanni. Acéptalo, tú mismo lo dijiste. Tienes que practicar, hacerlo bello y al final, cuando te hayas enamorado del producto, aceptar que todo llega al final. 

— ¡Eres una perra! —gritó mientras yo aún seguía ahí parada,—. ¡Pudieron haberme despedido por ti! ¿¡No te das cuenta de lo que me hiciste hacer?1

—No seas idiota, yo jamás te obligue a nada. 

Salí. Pretendiendo que no me había herido su insulto, es decir, sí, me habían dicho perra muchas ocasiones anteriores, y siempre fingía que estaba acostumbrada, pero nunca nadie debía acostumbrarse a algo tan hiriente. 

***

Regresé a casa alrededor de las ocho de la noche, fui a mi roca especial en la playa, ver el atardecer siempre me hacía sentir mejor. Por la tardanza y la llamadas perdidas de Cassie, decidí haber pasado a DQ por algo que compensara mi desaparición por lo menos. 

Al entrar al estacionamiento, no vi el auto de Bash. 

En la casa, había un silencio mortal. Dejé mi mochila en el perchero, las llaves la aventé y subí las escaleras con la bolsa del helado. El cuarto de Cassie tenía la luz prendida, lo cual me tranquilizo. Toque dos veces y entré. 

Cassie estaba llorando. 

—Cassandra, ¿qué pasó? —dije con preocupación. Dejé el helado en su escritorio y  acercándome a ella con cuidado. 

Ella me abrazó y escondió su rostro en mi cuello, podía sentir sus lágrimas cayendo en mi clavícula, acaricié su cabello con angustia. Odiaba ver a mi hermana llorando, en serio que lo odiaba, 

—El amor es una mierda... —dijo con un tono gangoso, lo que indicó que llevaba varias horas llorando. No me gustó oírla hablar así, ella el tipo de chica que siempre creía en el amor, que siempre lo anhelaba como a un cofre lleno de monedas de oro, el tipo de chica que cruzaría mares y tormentas si tan solo supiera o le dieran una señal de que su amor verdadero estaba al otro lado del mundo. Oírla hablar del amor así, me asqueaba. 

— No hables así Cassie, tú eres la dulce de las dos. 

—Hoy encontré a Bash besándose con otra chica. 

Lo sabía. Siempre lo supe. Todo este tiempo, pero este no era momento de restregarle en la cara que yo tenía la razón acerca de sus sentimientos por Bash. 

—Cariño, siempre lo encuentras así. No entiendo cuál es la novedad. 

Cassandra lloró más fuerte de ser posible. 

—Sí, pero hace una semanas él vino a la casa borracho. —recordaba esa noche, él día el que creí que alguien se había metido a la casa, y luego oí las características  pisadas de mi hermana su mejor amigo. —. Había discutido con su papá, por primera vez le había regresado un golpe, dijo que se sentía horrible consigo mismo. Lo hice entrar, estaba muy mal, le di una pijama vieja que tenía de él. 

>>Y luego me besó. Fue el primero, Margareth. 

—Lo sé... 

—Dijo que yo era la única cosa que le daba esperanza en este mundo. Dijo que llevaba años enamorado de mí.

Eso también lo sabía, pero no se lo dije. De nuevo.    

>>Pero creo que estaba tan ebrio que creo que lo dijo como un juego, o que confundió la amistad con amor, pero yo lo amo, Maggie. Lo amo. Pero a él no le importo. 

Lloró, sintiéndose mal. Tan mal como yo me imaginaba debían sentirse los chicos que yo botaba. Como debía sentirse Giovanni.  

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⏰ Última actualización: Mar 11, 2018 ⏰

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