Capítulo 22

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Karl, vous pouvez venir les chercher. Nous sommes à Le Procope.

Y cuelga.

Media hora después de la deliciosa cena, estamos parados afuera del restaurante bajos las luces que emanan las lámparas del restaurante. Estoy algo molesta. Me ofrecí para ayudar a pagar la cuenta pero, Steve casi me come viva en cuanto lo sugerí. Es un maldito mandón.

—¿Disfrutaste de la cena?

—Si gracias. Estuvo deliciosa. —Y vaya que lo estuvo. Ahora entiendo por qué esta ciudad es tan famosa por su gastronomía.

—Fue un placer. —Sonríe ampliamente y me da un pico en los labios.

Inmediatamente el coraje que tenía hace unos segundos se me pasa. Con solo el contacto de sus labios, hace que se me olvide hasta de mi propio nombre. ¿Qué es lo que tiene Steve que me vuelve completamente loca? Ahora, soy una mujer completamente distinta de hace un par de semanas.

Ni siquiera yo logro reconocerme a mí misma pero, esto es algo muy bueno porque, ya no soy aquella chica tímida que se escondía tras los libros. Ahora soy más fuerte e independiente. Me pregunto su mis padres se habrán percatado de mi cambio. Espero que sí. De ese modo dejaran de tratarme como un aniña estúpida incapaz de valerse por sí misma.

—Tierra llamando a Beth.... —Me giro hacia él y le lanzo una sonrisa tranquilizadora. A veces me sorprende lo increíblemente abstraída que soy.

—Estaba pensando en lo mucho que he Cambiado en tan poco tiempo. —Respondo a la pregunta que estoy segura que me iba a hacer.

—Poco a poco te has convertido en una increíble mujer. —Me sonreí con orgullo y le lanzo un quiño travieso. —No todas las chicas de tu edad son tan maduras como tú.

—Bueno, nunca me he sentido como una chica de mi edad. —Me encojo de hombros. —Siempre me sentí como una mujer mayor de cincuenta años.

—¿Cómo una mujer de cincuenta años? —Arquea las cejas divertido.

—Me refiero a mis gustos, mi manera de hablar, de pensar, de actuar...

—Y de vestir.

¿Qué?

—¿A qué te refieres con eso? —Lo miro con el ceño fruncido porque no me gusta por donde va la cosa.

—Sin ofender preciosa pero, cuando te conocí, me dio la impresión de que vestías con la ropa de tu madre.

¡¿Que?!

Suelto mi mano de la suya y le doy un manotazo. El finge que le dolió.

—Yo no me visto para gustarles o provocar a los hombres. Mi vida no gira entorno a un pene. –Pongo los ojos en blanco y Steve suelta una fuerte carcajada en fuerte ataque histérico.

—Claro que, ahora te vistes mucho mejor. —Me quiña el ojo ya más calmado de su ataque.

Eso no se lo discuto.

Mi cambio en vestimenta se lo debo a Rose. Las veces que he salido con Steve, ella me ha ayudado con la ropa. Y ha acertado.

—Bueno, mi cambio de vestimenta se lo debo a Rose. Ella es mi asesora personal.

—Recuérdame darles las gracias. —Se inclina y me da un beso en los labios. —Aunque, yo podría contratarte una de verdad.

—¿Pero de que estas hablando...? —Por Dios, que no lo diga...

—Yo podría contratar a una asesora como María para que te ayude a vestir.

La boca prácticamente me llega al suelo. ¿Habla en serio? ¿Está de joda? Lo miro fijamente al rostro y veo que está muy serio. Habla muy en serio. Oh mierda. Solo esto me faltaba. Que me contrate una asesora de moda para que me elija vestidos ridículamente costosos que yo no pueda pagar pero que Steve igualmente comprara. Me sentiría como una perra aceptar esto pero, no quiero hacerlo sentir que no lo valoro. Él lo hace con la mejor de las intenciones. Tengo que decirle de manera muy sutil que olvide el tema.

Destino InciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora