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NATHALIA
Camille no es de las personas que desiste con facilidad de las cosas que quieren, es un tanto terca y es de esas a las que no le importa mucho el peligro cuando se trata de alcanzar su objetivo. Ella no le teme a involucrarse con alguien que acaba de conocer, para Camille la vergüenza no es algo que exista. Es encantadora, carismática, alegre y despreocupada, se acerca y entabla cualquier tipo de conversación y conseguí de las personas lo que ella estuviese buscando.
Muevo la cabeza de un lado al otro, en señal de que está completamente loca. Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras acomodo las cosas sobre el mesón y tomo el dinero que aquel extraño dejó. No puedo evitar pensar en que, parece que la gente loca me persigue.
Mi día no va a terminar hasta la noche y todo por culpa de la estúpida de Adrienne, suelto un resoplido cuando mis ojos se enfocan en el pequeño reloj digital del ordenador.
Camille ha decidido salir en busca del misterioso extraño que ha cautivado su atención y no me queda más que seguir con mi trabajo, hasta que ella aparezca por esa puerta para irnos a almorzar y tomar el café de siempre.
Necesito tomarme un descanso, he perdido la cuenta de cuanto he bostezado, de tanto que lo he hecho. Mis ojos se sienten pesado y si me descuido caeré rendida ante el cansancio. Decido tomar asiento en mi silla, esperando que alguien entre por la puerta de cristal y me haga mover las manos siquiera. El silencio y la tranquilidad que se palpa en la biblioteca es impresionantemente satisfactorio y a la vez agobiante, porque no dejo de cabecearme.
Una media hora después decido que es momento de tomar mi descanso, no puedo seguir esperan a Camille o me desmayaré. La campana de la entrada suena y llevo mis ojos hacia el grupo de tres personas que ha entrado.
—¡Chicos, lo siento! —me dirijo hacia ellos—. Voy a cerrar.
—¿A qué hora vuelves? —me pregunta una de las chicas.
—En una hora —contesto.
No les queda más remedio que girarse sobre sus pies y salir por donde han entrado. Tomo mi bolso y las llaves preparándome para salir, pero en cuanto rodeo el mesón Camille y el extraño hacen su aparición. La boca se me abre involuntariamente cuando los veo entrar y sobre todo cuando me percato de la confianza con la que Camille está engancha en su ante brazo.
Cualquiera que los viera, diría que son pareja.
—Aquí mi querida amiga me dijo que estabas buscando un lugar donde quedarte —me cubro la cara con una mano y quiero pegarme en la frente.
Maldigo por lo bajo, porque no puedo creer que en verdad ha conseguido traerlo devuelta.
—Sí, así es —afirma y sus ojos se posan sobre mí.
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Daron, un ángel y un mago © [Libro 2]
FantasyLa Nathalia que había jurado en su adolescencia que no se enamoraría de nadie de la misma manera que lo hacían muchas chicas, se había enamorado de un ángel caído. Había tomado la decisión de rehacer su vida en la ciudad de Saint Étienne junto a aq...