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NATHALIA
Lleno mis pulmones de aires cuando respiro profundamente al dejarme caer sobre la silla y contemplo a Dashiell fijamente frente a mí. A pesar de que la cafetería carece de silencio, este parece hacerse presente entre ambos, dejo mi bolso sobre mis piernas y luego entrelazo las manos encima de la mesa, mientras jugueteo con mis dedos.
—Ya estamos aquí —digo.
Él me sonríe.
—Cuando entre a la biblioteca sinceramente esperaba a que te negaras a esta invitación —dice mirándome de la misma forma en que lo hago yo.
Me remuevo en mi silla y él se echa hacia atrás en la suya, recargando por completo su espalda en respaldo de la silla.
—¿Por qué no iba a aceptar?
—Imagino que Daron te dijo que debías mantenerte alejada de mí —arqueo una ceja—. Además, percibo miedo en ti.
Su tono es arrogante y demasiado petulante para mi gusto, pero tiene razón, siento miedo y no por él en sí, sino porque percibo que otra vez hay secretos de los que no sé.
—No es miedo sobre ti —hablo—. Es miedo de lo que puedo llegar a descubrir, porque otra vez hay secretos.
—Supongamos que te creo —dice, esta vez inclinándose adelante, para recargar sus brazos en la mesa, un mechón de su cabello cae sobre su frente.
—Vamos directo al grano, Dashiell.
—Ya veo porque la obsesión del mago —expresa sin pestañear.
—¿Vinimos a hablar de Johnvid?
—Lysander —me corrige—. Y claro que vinimos a hablar de él, es importante en esta conversación —afirma.
—¿A qué te refieres? —no puedo evitar no fruncir el ceño.
—¿No adivinas? —inquiere y me quedo en silencio—. No estoy aquí por arte de magia o coincidencia, Nathalia Chardin.
—Explícate —pido casi en un inaudible susurro.
Entonces lo escucho resoplar y abandonar la postura relajada y cómoda que había adoptado en su silla. Ahora su postura se vuelve recta, su boca se abre ligeramente para comenzar a hablar y mi corazón se acelera de manera precipitada. Un joven mesero se acerca a la mesa e interrumpe nuestra charla, evito mirarlo para que no se dé cuenta de lo mucho que me jode su presencia, justo ahora.
—¿Puedo traerles algo? —habla de manera tan apacible y servicial.
—Un chocolate caliente y un café negro —pide Dashiell, mientras permanece observándome mientras habla con el joven.
—Solo trae el café —me dirijo al mesero.
—¿Algo más? —pregunta el chico.
Niego con la cabeza y el chico se aleja al mismo tiempo en que arranca el papel en donde ha escrito la orden. Mis ojos siguen su trayecto y de reojo veo a Dashiell mirarme sin apartar la vista. Percibo que está esperando a que el chico se encuentre lo suficientemente lejos para continuar hablando y cuando este se pierde detrás de una puerta, entonces prosigue.
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Daron, un ángel y un mago © [Libro 2]
FantasíaLa Nathalia que había jurado en su adolescencia que no se enamoraría de nadie de la misma manera que lo hacían muchas chicas, se había enamorado de un ángel caído. Había tomado la decisión de rehacer su vida en la ciudad de Saint Étienne junto a aq...