La Nathalia que había jurado en su adolescencia que no se enamoraría de nadie de la misma manera que lo hacían muchas chicas, se había enamorado de un ángel caído.
Había tomado la decisión de rehacer su vida en la ciudad de Saint Étienne junto a aq...
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NATHALIA
Comienzo a sudar frío, el escalofrío recorrer mi espina vertebral y siento la desesperación atorarse en mi garganta al mismo tiempo que quiero vomitar. Su aliento tibio sigue estando demasiado cerca de mi rostro y trato de zafarme de su doloroso agarre en mi muñeca.
Debo ser más inteligente que él, pensar como escapar de esta engorrosa situación.
—Lo siento —me disculpo—. Estás lastimándome.
Él me contempla con el rostro más relajado que al principio y parece creer en mi disculpa, porque aligera su agarre y termina soltándome, para acorralarme entre sus brazos, mientras sus manos se apoyan en la puerta. Fácilmente, podría agacharme y salir de aquella barrera, pero prefiero quedarme inmóvil.
—No sabías cómo me moría por probar tus labios —agrega muy cerca.
El estómago se me revuelve al escucharlo hablar de esa manera.
—No debiste hacer eso, Vid —una sonrisa forzada sale a flote de mi boca—. Pero vamos, deja de jugar ya —lo empujo levemente para que parezca lo más natural posible y no que quiero salir corriendo en cuanto me sea posible—. No le diré a Daron sobre esto.
Entonces su mano golpea fuertemente la puerta en la que me encuentro apoyada y me sobresalto, apretando los ojos unos segundos. Sus brazos vuelven a formar aquella barrera que me impide ser libre, sus ojos azules son cada vez más intensos y veo mucha oscuridad en ellos, gracias a la dilatación de sus pupilas.
Esto parece no ser un juego y sus palabras me lo confirman.
—No estoy jugando Nathalia, no voy a dejar que te vayas —la pasividad de su voz es escalofriante—. Y tampoco me importa que Daron sepa lo que ha pasado aquí.
Esto está siendo mucho para mí y no deseo pasar otra vez por ese calvario de ser secuestrada y ver que es la persona que creía mi amigo, quien está llevándome de nuevo a esa circunstancia.
—Si vas a dejar que me vaya, Lysander —mi voz es determinante.
—No —sentencia con una macabra sonrisa en sus labios.
Mi ceño se frunce y no sé de donde saco valentía para empujarlo con todas mis fuerzas, enviándolo lejos de mí. Me giro rápidamente para abrir la puerta, pero esta no cede.
—Eres la carnada que traerá a mi presa hasta aquí —se ríe detrás de mí e inmediatamente pienso en Daron.
El corazón me sube a la boca en cosa de segundos y siento cómo sus latidos parecen querer ahogarme. Su intención es deshacerse de Daron y yo le he puesto las cosas en bandeja de oro. Dashiell tenía razón una vez más, no debí haber venido aquí.
La traición se asoma una vez más y ni siquiera debería sorprenderme, pero lo hace. Siento esa tristeza agobiante otra vez por su actuar. Sabiendo quién es y lo que es, aún no imaginé que él sería capaz de algo como esto. Todavía recuerdo cuando ayudó a Daron a rescatarme y ahora está aquí intentando deshacerse de él solo para hacerme sufrir por un amor que no le corresponderá nunca.