La Nathalia que había jurado en su adolescencia que no se enamoraría de nadie de la misma manera que lo hacían muchas chicas, se había enamorado de un ángel caído.
Había tomado la decisión de rehacer su vida en la ciudad de Saint Étienne junto a aq...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
︵‿︵‿୨†୧‿︵‿︵
NATHALIA
Las cosas entre Daron y yo se han solucionado de la mejor manera.
Hemos acordado no ocultarnos nada importante, como lo es la presencia de Johnvid en Saint-Étienne o las intenciones de Dashiell al venir a nuestra casa. Sin embargo, a pesar de esa promesa, tengo la sensación de que Daron no está cumpliendo del todo con ella, él sabe algo valioso respecto a Dashiell y lo esconde de mí. Tengo el presentimiento de que se trata de algo más allá del hecho de que él haya aparecido junto Johnvid.
La emoción por volver a retomar mis estudios ha vuelto y supongo que eso es señal de algo bueno. He escogido una nueva carrera, traducción e interpretación de lenguas extranjeras. Es una nueva aventura y solo espero poder finalizar con éxito para que mi padre, dondequiera que este, se sienta orgulloso de la hija que tiene.
—Lo haré por ti, padre, para que te sientas orgulloso de la mujer que criaste —digo para mí misma—. Aunque te haya fallado cuando aún podía abrazarte.
—Vaya, ahora hablas sola —la molesta voz de Adrienne interrumpe mi tranquila soledad.
Volteo a mirarla con más ganas que nunca de arrojarle un zapato en su descolorida cara. Me imagino la situación y me da impotencia no llevarla a cabo.
—La señora Wood dijo que renunciarías, ¿es cierto? —prosigue al ver que no digo palabra alguna.
Si mis horarios de clases no concuerdan con el del trabajo, me veré en la obligación de priorizar mis estudios, aunque tampoco puedo darme el lujo de dejar de trabajar, a pesar de que si quisiera hacerlo no habría problema, ya que Daron puede conseguir lo que sea usando las habilidades que todavía posee. Pero la idea es que no las utilice, para que se acostumbre a ser un humano como tanto anhela. Además, supongo que hacer las cosas que él hace debe ser alguna especie de delito.
—La alegría te emana de los poros —añado al mismo tiempo que ruedo los ojos.
—Aunque no lo creas, no —dice dejando su bolso sobre el escritorio y tomando asiento.
La miro con una ceja elevada y medio sorprendida por sus palabras. Adrienne me odia, ella no se molesta en lo absoluto por demostrar lo contrario y que me diga que no siente felicidad porque por fin dejara de ver mi cara, me hace pensar que quizá no es tan mala persona como pretende hacerme pensar. Aunque con las personas como ella, nunca se sabe.
—¿Por qué? —interrogo—. Tú me detestas, dudo mucho que ahora tu corazón de hielo se haya derretido un poco —me sonríe sin gracia alguna.
—Mi corazón sigue igual, del mismo modo que mi sentimiento hacia ti —aclara—. Pero si te vas, significa que no podré contemplar más a Daron cuando venga por aquí.
La boca casi se me cae al suelo, su cinismo es del tamaño de un buque y parece no importarle que es a su novia a quien le está diciendo aquello. Pero no me ofendo, sé que Daron jamás le daría siquiera una mirada interesada.